Horacio González, en una columna de hace pocos días, se detenía en un personaje de Capusotto:
Definido como “el Palito Ortega montonero”, despliega un alegre batiburrillo de palabras que no combinan entre sí, pero que al aparecer en conjunción introducen en el espíritu una severa incógnita sobre el funcionamiento del lenguaje. Si nos reímos de ese procedimiento que vulnera el sentido de las palabras desviándolas bruscamente de su lugar habitual, no por ello dejamos de preguntarnos si estaríamos así desbaratando la historia. Palabras que fueron el desconsuelo y la tragedia de miles y miles de personas, de repente son tomadas para un ejercicio paródico o convertidas en la fácil burla a una jerga maniática que pudo ser el subproducto cuestionable de una época, pero que muchos hablaron como talismán y apostura.
En lugar de nuestro Kitsch dominical, hoy posteamos a Bombita Rodríguez. Chau, pásenla lindo.
Definido como “el Palito Ortega montonero”, despliega un alegre batiburrillo de palabras que no combinan entre sí, pero que al aparecer en conjunción introducen en el espíritu una severa incógnita sobre el funcionamiento del lenguaje. Si nos reímos de ese procedimiento que vulnera el sentido de las palabras desviándolas bruscamente de su lugar habitual, no por ello dejamos de preguntarnos si estaríamos así desbaratando la historia. Palabras que fueron el desconsuelo y la tragedia de miles y miles de personas, de repente son tomadas para un ejercicio paródico o convertidas en la fácil burla a una jerga maniática que pudo ser el subproducto cuestionable de una época, pero que muchos hablaron como talismán y apostura.
En lugar de nuestro Kitsch dominical, hoy posteamos a Bombita Rodríguez. Chau, pásenla lindo.
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