Argentina está sola. Con esta sentencia, contundente por donde se la mire, se daba inicio a una columna de El País, de Madrid, pocos días atrás. A esa sentencia sólo agregaría un matiz: en realidad, el kirchnerismo es quien está solo, y por ello la Argentina.
El aislamiento internacional del kirchnerismo es llamativo, no tanto por haber llegado a la actual situación, sino antes bien por saber cuál fue el punto de partida. En muchas de las capitales de Europa Occidental se recibió con indisumulado beneplácito el giro hacia la izquierda que significó la elección de presidentes como Lula, Tabaré y Kirchner en países clave de América Latina porque significaba el cierre definitivo del momento neoliberal sin recurrir a una salida de estilo chavista. Precisamente, hoy por la tarde, alguien me comentaba el trato caluroso que José Luis Rodríguez Zapatero le dedicó a Néstor Kirchner en la Cumbre de Salamanca, hace sólo un puñado de meses.
Sin embargo, desde aquel encuentro mucha agua ha corrido bajo el puente y el trato recibido por Cristina Fernández en la V Cumbre de Jefes de Estado de América Latina-Unión Europea de Lima fue de una frialdad extrema. Nuestro interlocutor, testigo presencial de ambas escenas, describía el cambio con cierta desazón: aquel capital político inicial diríamos que se evaporó como por arte de magia, si no fuera porque aquí no creemos en brujas.
Resulta muy difícil explicar el indisimulable desdén con el que se ha abordado la política exterior argentina en estos años. En un primer momento uno pudo suponer que, en medio de una crisis de proporciones, la política exterior quedó relegada entre otras. Pero ello contiene un doble error: a.) los nexos internacionales pueden ser fuente de respuestas a los desafíos interiores; y b.) aún si el punto anterior fuera equivocado, con el transcurso del tiempo y la recuperación del país, la política exterior reclamaba su replanteo. Sin embargo, aún cuando en el world tour electoral de CFK muchos quisieron ver su vocación por los asuntos internacionales, este semestre no ha traído más novedades que la visita de un tiranzuelo africano y el lamentable papel desempeñado tanto en las tensiones del verano entre Venezuela, Ecuador y Colombia como también en la Cumbre de días atrás. Muy poco, poquísimo.
El cambio de actitud de muchos de estos gobiernos está, por supuesto, vinculado a la relación conflictiva que el gobierno argentino ha mantenido con muchas empresas de capitales extranjeros. Pero si las duras renegociaciones de tarifas presentaban un reclamo atendible, aún para oidos europeos, los casos de YPF-Repsol, Aerolíneas Argentinas y quizás Telefé señalan un escenario brutal: en la Argentina se hacen negocios con los socios del poder y según las reglas del poder; o cualquier inversión puede ser rodeada por una operación de tenazas, entre regulaciones ad-hoc, presiones sindicales y ofertas de compra agresivas. Ante este panorama sería naïf esperar que los gobiernos del G7 se quedaran de brazos cruzados. Mientras las empresas multinacionales previsionan potenciales pérdidas, a fin de amortiguar el impacto de una escalada del nacionalismo económico kirchnerista, los gobiernos de sus países de origen se interesan por su situación y le sueltan la mano al kirchnerismo, librándolo a su propia suerte, que no es otra cosa que un creciente acercamiento con Chavez. Pero cuando Chávez realiza nacionalizaciones agresivas como la expropiación de Sidor, ¿a dónde va el kirchnerismo? No hay plan alternativo.
A la vez, esta desidia se refleja, por supuesto, en el día a día de la política exterior, como ser las designaciones y organización de la Cancillería. Embajadas relevantes, tal como la representación diplomática en Berlín, han estado vacantes por años, sin dar motivo alguno. En pocos días, el aún embajador alemán Rolf Schumacher regresará a Berlín después de haber pasado casi todos sus años en Buenos Aires reclamando que tal plaza fuera ocupada; recién tras las últimas elecciones fue designado Guillermo Nielsen.
Pero también existen sillas vacías en Buenos Aires. Desde hace un par de años se encuentra también vacante un puesto clave en el Palacio San Martín como la sub-Secretaría de Política Exterior. La solución ideada por los diplomáticos para cubrir el vacío sin llenar la plaza (que requiere, lógico, de una decisión política) fue crear dos direcciones generales que se repartieran las responsabilidades del sub-secretario faltante, pero la modificación del organigrama (en los hechos vigente desde hace un año) aún no fue aprobada por la Jefatura de Gabinete. No son pocos los que especulan que los funcionarios diplomáticos en tales cargos pidan nuevos destinos en el exterior, después de trabajar un año sin nombramiento formal, expuestos todo este tiempo a un escándalo Blumberg-style.
La sucesión de dislates en la materia es enorme. Los bordes entre lo doméstico y lo internacional son cada vez más borrosos e indeterminados, por lo cual la política exterior demanda una atención creciente, no sólo para proyectar al país en el mundo, sino también para resolver los desafíos internos. El gobierno no parece haber observado que la política exterior no es un terreno residual de la política doméstica, sino una arena donde se juega buena parte de la suerte de la política local.
El aislamiento internacional del kirchnerismo es llamativo, no tanto por haber llegado a la actual situación, sino antes bien por saber cuál fue el punto de partida. En muchas de las capitales de Europa Occidental se recibió con indisumulado beneplácito el giro hacia la izquierda que significó la elección de presidentes como Lula, Tabaré y Kirchner en países clave de América Latina porque significaba el cierre definitivo del momento neoliberal sin recurrir a una salida de estilo chavista. Precisamente, hoy por la tarde, alguien me comentaba el trato caluroso que José Luis Rodríguez Zapatero le dedicó a Néstor Kirchner en la Cumbre de Salamanca, hace sólo un puñado de meses.
Sin embargo, desde aquel encuentro mucha agua ha corrido bajo el puente y el trato recibido por Cristina Fernández en la V Cumbre de Jefes de Estado de América Latina-Unión Europea de Lima fue de una frialdad extrema. Nuestro interlocutor, testigo presencial de ambas escenas, describía el cambio con cierta desazón: aquel capital político inicial diríamos que se evaporó como por arte de magia, si no fuera porque aquí no creemos en brujas.
Resulta muy difícil explicar el indisimulable desdén con el que se ha abordado la política exterior argentina en estos años. En un primer momento uno pudo suponer que, en medio de una crisis de proporciones, la política exterior quedó relegada entre otras. Pero ello contiene un doble error: a.) los nexos internacionales pueden ser fuente de respuestas a los desafíos interiores; y b.) aún si el punto anterior fuera equivocado, con el transcurso del tiempo y la recuperación del país, la política exterior reclamaba su replanteo. Sin embargo, aún cuando en el world tour electoral de CFK muchos quisieron ver su vocación por los asuntos internacionales, este semestre no ha traído más novedades que la visita de un tiranzuelo africano y el lamentable papel desempeñado tanto en las tensiones del verano entre Venezuela, Ecuador y Colombia como también en la Cumbre de días atrás. Muy poco, poquísimo.
El cambio de actitud de muchos de estos gobiernos está, por supuesto, vinculado a la relación conflictiva que el gobierno argentino ha mantenido con muchas empresas de capitales extranjeros. Pero si las duras renegociaciones de tarifas presentaban un reclamo atendible, aún para oidos europeos, los casos de YPF-Repsol, Aerolíneas Argentinas y quizás Telefé señalan un escenario brutal: en la Argentina se hacen negocios con los socios del poder y según las reglas del poder; o cualquier inversión puede ser rodeada por una operación de tenazas, entre regulaciones ad-hoc, presiones sindicales y ofertas de compra agresivas. Ante este panorama sería naïf esperar que los gobiernos del G7 se quedaran de brazos cruzados. Mientras las empresas multinacionales previsionan potenciales pérdidas, a fin de amortiguar el impacto de una escalada del nacionalismo económico kirchnerista, los gobiernos de sus países de origen se interesan por su situación y le sueltan la mano al kirchnerismo, librándolo a su propia suerte, que no es otra cosa que un creciente acercamiento con Chavez. Pero cuando Chávez realiza nacionalizaciones agresivas como la expropiación de Sidor, ¿a dónde va el kirchnerismo? No hay plan alternativo.
A la vez, esta desidia se refleja, por supuesto, en el día a día de la política exterior, como ser las designaciones y organización de la Cancillería. Embajadas relevantes, tal como la representación diplomática en Berlín, han estado vacantes por años, sin dar motivo alguno. En pocos días, el aún embajador alemán Rolf Schumacher regresará a Berlín después de haber pasado casi todos sus años en Buenos Aires reclamando que tal plaza fuera ocupada; recién tras las últimas elecciones fue designado Guillermo Nielsen.
Pero también existen sillas vacías en Buenos Aires. Desde hace un par de años se encuentra también vacante un puesto clave en el Palacio San Martín como la sub-Secretaría de Política Exterior. La solución ideada por los diplomáticos para cubrir el vacío sin llenar la plaza (que requiere, lógico, de una decisión política) fue crear dos direcciones generales que se repartieran las responsabilidades del sub-secretario faltante, pero la modificación del organigrama (en los hechos vigente desde hace un año) aún no fue aprobada por la Jefatura de Gabinete. No son pocos los que especulan que los funcionarios diplomáticos en tales cargos pidan nuevos destinos en el exterior, después de trabajar un año sin nombramiento formal, expuestos todo este tiempo a un escándalo Blumberg-style.
La sucesión de dislates en la materia es enorme. Los bordes entre lo doméstico y lo internacional son cada vez más borrosos e indeterminados, por lo cual la política exterior demanda una atención creciente, no sólo para proyectar al país en el mundo, sino también para resolver los desafíos internos. El gobierno no parece haber observado que la política exterior no es un terreno residual de la política doméstica, sino una arena donde se juega buena parte de la suerte de la política local.
8 comentarios:
Interesante señalamiento. A mi me parece un gobierno cuyo aislamiento internacional no se justifica por el tenor del reformismo con el que conduce su política exterior, y sólo puedo explicarlo por la tendencia al peculado. Si no fuera por el silencioso y encomiable trabajo de taiana estaríamos bastante mas hondo.
Algunos regímenes tomaron decisiones (cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia) que por el tinte de intereses que afectaron llevan a un alejamiento de las potencias centrales pero son progresivas en el desarrollo nacional.
Nada de esto veo en este, nuestro gobierno, y por ende, envidio tanto el rol internacional que asumió Brasil como la recuperación nacional boliviana. A ambos miro con sana envidia.
Tenemos una coincidencia parcial. El ascenso internacional de Brasil es sin dudas destacable, pero no es fruto ni de la fortuna, ni del mérito de un hombre (léase, Cardoso o Lula), sino de un proceso construido combinando con habilidad metas de corto, mediano y largo plazo, sobre una clara conciencia de sus posibilidades, con mucho profesionalismo.
Ahora la situación boliviana no me genera ninguna envidia, ni la sana ni la insana. Cada vez que veo a Evo (o, ya que estamos, a Chávez), me surge un profundo amor por Néstor & sra. Y eso que a Néstor no lo quiero.
El titulo "argentina esta sola" implica que alguna vez estuvo acompanhada. Mas alla de las criticas a la gestion de relaciones exteriores de Kirchner (si, esta mal que no haya embajador en Berlin), las columnas de relaciones internacionales que se basan en observar si a Kirchner lo abrazan o no no me convencen
"en argentina se hacen negocios con los socios del poder": si, como en todos lados.
no creo que el papel de argentina en el conflicto Ecuador-Colombia-Venezuela haya sido lamentable, de hecho, creo que la intervencion tanto brasilenha como argentina ayudarn para que el conflicto no pasara a mayores.
Ah, otra cosa: el autor de la nota es argentino. No es un espanhol que juzga que argentina esta sola, es un argentino que eligio vivir en Espanha que lo hace. Y todo bien, yo soy argentina, vivo en Estados Unidos, y el lugar de nacimiento es arbitrario: nacionalismo 0.
Pero noto una cierta tendencia en los argentinos que viven afuera a criticar mucho a la argentina, como si eso los ayudara a justificarse que estan lejos del barrio, el colectivo y el dulce de leche.
es el sindrome "en norteamerica, esto no pasa" o "en europa, disenhan politicas a largo plazo", o "en brasil, hay una burguesia en serio".
Usted es un socialdemócrata incorregible, estimado Coronel.
Yo también lo soy, pero se ve que diferimos en que entendemos por tal en latinoamérica.Saludos
Estudiante: Hay varios puntos en su comentario que me resultan interesantes. El referido a "en argentina se hacen negocios con los socios del poder" como en todos lados lo dejo para otra vez, quizás sea motivo de un posteo. Pero:
a.) El posteo nunca quiso asimilarse a esas columnas de Argentina debe imitar a los países exitosos, al estilo Laborda o Morales Solá; si parece eso, voy a empezar a ir a terapia. Sin embargo, sí quiso llamar la atención de algo sobre lo cual efectivamente hay muchísimos signos: nadie atiende el teléfono al gobierno argentino.
Y más aún quiso llamar la atención sobre la relación entre política doméstica y exterior. No se trata de la remanida agenda de temas intermésticos, sino del fuerte vínculo entre temas domésticos e internacionales. En este punto aparece la política "real": ni a Kirchner la/o abrazan, sino que además no tiene socios en foros internacionales, ni apoyo en organismos multilaterales, ni recibe visitas de relevancia, ni realiza visitas de relevancia (y cuando las realiza no recibe casi atención), ni firma de convenios de cooperación sustantivos, ni nada. Nada de nada.
Y, en tercer lugar, implícitamente quiso llamar la atención sobre la inutilidad del aislamiento internacional. En algunos círculos se respira un (creo yo anacrónico) aire de "mejor vivir con lo nuestro"...
b.) No me engaño, no supongo la neutralidad del medio. Sabía lo que indica usted del periodista; más aún, hace algunos días un amigo confiable me describía al corresponsal del diario en BA como un anti-kirchnerista duro. (De hecho, creo que el gobierno es tonto en pelearse con los medios, porque debería operar sobre ellos, porque los medios internacionales están erosionando su credibilidad.) Pero en este caso, el artículo creo que resume bien la situación actual de la política exterior argentina.
En cualquier caso, la cita me gustó como punto de partida. Lo que viene después es mi responsabilidad, no de Fernando Gualdoni.
Martín: Entiendo ese debate sobre la idea de socialdemocracia y la socialdemocracia realmente existente. En esa lógica, algunos argumentan que la especificidad latinoamericana requiere cierta especificidad en su izquierda. Dentro de ciertos límites (básicamente, el uso de violencia armada, la violación de DDHH y la supresión de libertades) puedo compartir o al menos conceder ese punto. No obstante, el caso boliviano supone asimilar como izquierda a cualquier experiencia política sólo porque confronta dominantes-dominados, sin importar que renuncia (en realidad, rechaza con desdén) el corazón moderno & modernista del pensamiento de izquierda. Ahí me separo.
Aureliano: no, desde ya, yo no creo que el aislacionismo (aislamiento?) y "vivir con lo muestro" sea la solucion. Pero no le creeria a Gualdoni todo lo que dice, sobre todo sobre la cumbre de Lima.
Mire Estudiante que, más allá de la columna de Mr. Gualdoni, a quien no tengo el gusto de conocer, tuve oportunidad de conversar con personas presentes en la Cumbre. No me va a pedir que revele las fuentes, no?
Desde ya que, Aureliano. Damos por buena su version.
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