Ahora que baja el río y se puede observar con mayor claridad el panorama, uno observa cómo la salida de Alberto F. marca un fin de época para el kirchnerismo. Esta situación, hace pocos meses, era virtualmente imprevisible, ante un gobierno reelecto con sustantiva holgura, que controlaba cómodas mayorías legislativas y contaba con aliados en casi todas las gobernaciones. En su momento juzgamos "defensiva" la opción de "recostarse sobre la única estructura política capaz de construir poder a escala nacional, renunciando a todo el fárrago transversal", pero de ahí a lo que hoy observamos hay un abismo.
El recambio ministerial abrió la puerta a dos caminos alternativos. Por un lado, CFK (o su marido, o ambos de común acuerdo, poco me importa) puede ensayar una expansión de la base política del gobierno y ello requiere, ineludiblemente, una peronización del gabinete, incorporando a figuras con peso político propio. Esta estrategia implica cierta moderación en algunos terrenos caros al kirchnerismo, a cambio de una construcción política más densa y estable. El conflicto con "el campo" le brindó a rivales de todo tipo y tamaño la oportunidad de reunirse alrededor de una única oposición; por lo cual el desafío de la hora sería acercar posiciones con sectores que fueron empujados hacia la oposición por el propio gobierno.
Sin embargo, la opción tomada parece ser otra. Tras la salida de Alberto F., no sólo se incorporó a un dirigente joven sin peso político propio, sino que más relevante aún tampoco ocurrió una reestructuración del elenco ministerial. La histórica y feroz interna del kirchnerismo parece haber sido cerrada en favor del ala devidista con la renuncia del líder de la facción derrotada. Entonces, CFK (o su marido, o ambos de común acuerdo, poco me importa) parece apostar por una construcción más cerrada y homogénea, donde "no hay lugar para los tibios" (fuente, acá). Cerrado sobre sí mismo, sin la sensibilidad necesaria para leer los humores sociales, sólo escuchará a una corte de aduladores.
Si el paso de los días y las semanas confirman este curso de acción, el péndulo político habrá comenzado a recorrer un nuevo camino y el tiempo del kirchnerismo habrá llegado a su término, de igual modo que el tiempo del menemismo se agotó poco después de su reelección. Sea lo que el kirchnerismo sea, habrá arruinado/ocupado el turno de la izquierda en la alternancia política argentina, para desgracia de progresistas auténticos como quien firma este blog; y dentro del peronismo comenzarán a articularse opciones alternativas, ahora desde la derecha de ese infinito universo político. ¿Quién será ahora la nueva esperanza blanca?
El tiempo lo dirá.
[Foto, acá]
El recambio ministerial abrió la puerta a dos caminos alternativos. Por un lado, CFK (o su marido, o ambos de común acuerdo, poco me importa) puede ensayar una expansión de la base política del gobierno y ello requiere, ineludiblemente, una peronización del gabinete, incorporando a figuras con peso político propio. Esta estrategia implica cierta moderación en algunos terrenos caros al kirchnerismo, a cambio de una construcción política más densa y estable. El conflicto con "el campo" le brindó a rivales de todo tipo y tamaño la oportunidad de reunirse alrededor de una única oposición; por lo cual el desafío de la hora sería acercar posiciones con sectores que fueron empujados hacia la oposición por el propio gobierno.
Sin embargo, la opción tomada parece ser otra. Tras la salida de Alberto F., no sólo se incorporó a un dirigente joven sin peso político propio, sino que más relevante aún tampoco ocurrió una reestructuración del elenco ministerial. La histórica y feroz interna del kirchnerismo parece haber sido cerrada en favor del ala devidista con la renuncia del líder de la facción derrotada. Entonces, CFK (o su marido, o ambos de común acuerdo, poco me importa) parece apostar por una construcción más cerrada y homogénea, donde "no hay lugar para los tibios" (fuente, acá). Cerrado sobre sí mismo, sin la sensibilidad necesaria para leer los humores sociales, sólo escuchará a una corte de aduladores.
Si el paso de los días y las semanas confirman este curso de acción, el péndulo político habrá comenzado a recorrer un nuevo camino y el tiempo del kirchnerismo habrá llegado a su término, de igual modo que el tiempo del menemismo se agotó poco después de su reelección. Sea lo que el kirchnerismo sea, habrá arruinado/ocupado el turno de la izquierda en la alternancia política argentina, para desgracia de progresistas auténticos como quien firma este blog; y dentro del peronismo comenzarán a articularse opciones alternativas, ahora desde la derecha de ese infinito universo político. ¿Quién será ahora la nueva esperanza blanca?
El tiempo lo dirá.
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