domingo, enero 20, 2008

Mané

Los debates en el fútbol son, como la Biblioteca de Babel, infinitos. Esto se debe a la imposibilidad de arribar a conclusiones finales indisputadas. Muchos polemistas presentan argumentos tan difíciles de comprobar empíricamente que, muy probablemente, a Lino Barañao les parecerán también teología. Gracias a esta propiedad algunos atorrantes son columnistas en medios deportivos; algunos entrenadores que saben más sobre whisky que sobre el fútbol europeo pueden dirigir selecciones nacionales y además responder a la prensa con desdén; y algún jugador de cabotaje, insípido y sin sangre puede calzarse la camiseta que supo usar el Rey y encontrará voces dispuestas a legitimar ese oxímoron.

No obstante, en otra época, en el fútbol hubo auténticos cracks. Jugadores capaces de llenar estadios deseosos de verlos a ellos, sólo a ellos. Jugadores con un talento indescifrable, casi hipnótico. Talentos que parecían jugar con ritmo de Bossa. En este blog creemos que Manoel dos Santos, o simplemente Garrincha, fue el mejor puntero derecho de todos los tiempos, campeón del mundo en 1958 y 1962, además de ganador de algunos campeonatos cariocas.

Hoy se cumplen 25 años de su partida. Simplemente, gracias Mané.


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