La economía estadounidense se apresta a entrar en recesión. Y no es que "Washington nos terminará exportando la crisis de una u otra forma" como se dice por acá, como si los avatares de la economía foránea, una vez más, detuvieran el incontenible crecimiento de la economía argentina, indudablemente condenada al éxito. Por el contrario, la economía internacional es un sistema integrado, una economía-mundo para usar las palabras de Wallerstein, de la cual la economía argentina es un pequeño eslabón. De la misma forma que una buena parte del crecimiento de los últimos años es atribuible a condiciones externas excepcionales, de las cuales la política económica supo sacar partido, una eventual recesión de la economía estadounidense puede ponerle fin al ciclo expansivo, a menos que el gobierno sepa responder con la política económica adecuada al nuevo contexto externo.
La economía se desplaza en forma cíclica. Eso lo sabemos desde aquel sueño de José, narrado en el Génesis; los economistas en la modernidad modelizaron el concepto en forma más sofisticada, precisa y útil. Por ese motivo, la política económica debe diseñarse suponiendo tales ciclos y las eventuales respuestas. Y, en términos de cuadros políticos, cuando el difícil escenario internacional (al que se refiere la imagen inicial) ponga a prueba la solidez de la economía argentina sería mejor tener un Ministro de Economía en serio, real, que no sea cartón pintado. Sin embargo, eso no va a pasar porque, tal como le insistimos a Zabalita, uno de cada dos votantes no están de acuerdo con esta idea y piensan que el mejor Ministro de Economía sigue siendo Néstor Kirchner; la otra mitad, por su parte, no sabe muy bien qué quiere.
Todo esto viene a cuento de dos cosas: por un lado, llamar la atención sobre la imposiblidad de pensar en la economía nacional sin insertarla en la economía internacional, lo cual impide pensar en un "ellos vs. nosotros" como algunos parecen sugerir; por otro, llamar la atención sobre las contradicciones implícitas en los procesos de decisión política, donde en no pocas ocasiones las decisiones más adecuadas en lo técnico son imposibles, inviables en términos políticos, de igual forma que otras políticamente sustentables son deficientes en el plano técnico. Así, presentadas las cosas, alguien podría pensar que aquí se sugiere una idea determinista, sin un auténtico lugar para la política. Por el contrario, aquí, posteo tras posteo, se ha intentado presentar a la política como una potencia transformadora, aunque su capacidad no es ni absoluta, sino que se mueve en un marco de restricciones reales. En este sentido, el eventual error del gobierno será no rearticular su coalción política, quizás incorporando nuevos actores en su coalición y rompiendo con algunos socios actuales, a fin de tornar políticamente viable una nueva generación de su agenda política. Por supuesto, este proceso de construcción política implicará una redistribución de poder entre los actores involucrados, motivo por el cual la inercia siempre será un factor a tener en cuenta. En cambio, el gobierno ha optado por descansar sobre la continuidad antes que tomar los riesgos que involucra el cambio.
Ortega decía que la política es el arte de hacer posible lo necesario.
[La imagen del inicio, acá]
La economía se desplaza en forma cíclica. Eso lo sabemos desde aquel sueño de José, narrado en el Génesis; los economistas en la modernidad modelizaron el concepto en forma más sofisticada, precisa y útil. Por ese motivo, la política económica debe diseñarse suponiendo tales ciclos y las eventuales respuestas. Y, en términos de cuadros políticos, cuando el difícil escenario internacional (al que se refiere la imagen inicial) ponga a prueba la solidez de la economía argentina sería mejor tener un Ministro de Economía en serio, real, que no sea cartón pintado. Sin embargo, eso no va a pasar porque, tal como le insistimos a Zabalita, uno de cada dos votantes no están de acuerdo con esta idea y piensan que el mejor Ministro de Economía sigue siendo Néstor Kirchner; la otra mitad, por su parte, no sabe muy bien qué quiere.
Todo esto viene a cuento de dos cosas: por un lado, llamar la atención sobre la imposiblidad de pensar en la economía nacional sin insertarla en la economía internacional, lo cual impide pensar en un "ellos vs. nosotros" como algunos parecen sugerir; por otro, llamar la atención sobre las contradicciones implícitas en los procesos de decisión política, donde en no pocas ocasiones las decisiones más adecuadas en lo técnico son imposibles, inviables en términos políticos, de igual forma que otras políticamente sustentables son deficientes en el plano técnico. Así, presentadas las cosas, alguien podría pensar que aquí se sugiere una idea determinista, sin un auténtico lugar para la política. Por el contrario, aquí, posteo tras posteo, se ha intentado presentar a la política como una potencia transformadora, aunque su capacidad no es ni absoluta, sino que se mueve en un marco de restricciones reales. En este sentido, el eventual error del gobierno será no rearticular su coalción política, quizás incorporando nuevos actores en su coalición y rompiendo con algunos socios actuales, a fin de tornar políticamente viable una nueva generación de su agenda política. Por supuesto, este proceso de construcción política implicará una redistribución de poder entre los actores involucrados, motivo por el cual la inercia siempre será un factor a tener en cuenta. En cambio, el gobierno ha optado por descansar sobre la continuidad antes que tomar los riesgos que involucra el cambio.
Ortega decía que la política es el arte de hacer posible lo necesario.
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