martes, julio 15, 2008

Fascismo en pastillas reloaded


El posteo de anoche, escrito con más pasión que mesura, generó una crítica sustantiva, que vale la pena recoger. La Farolera nos dice que atribuimos los escraches y ataques a políticos a un sector [...] mientras que la violencia hacia el otro lado la imputa únicamente al "lamentable D'elía", separándolo del gobierno.

La violencia del "lamentable Luis D'Elía" no es otra cosa que la violencia del kirchnerismo, que a nadie puede caber dudas que es violento. Quizás me traiciona mi memoria, pero en este blog hemos cuestionado la violencia del kirchnerismo en ocasiones anteriores. Y si no lo hicimos antes, lo hacemos ahora. Lo que ocurre es que hoy el kirchnerismo no está ejerciendo violencia, sino sufriéndola: una recorrida superficial por los diarios de estos últimos 15 días arroja una lista más larga que la del primer párrafo del posteo de ayer. Y a diferencia de lo ocurrido ante los episodios de violencia kirchnerista, los medios no parecen medirlos con la misma vara, sino celebrarlos alegremente.

A su vez, aquí no atribuí los ataques a ningún grupo en particular, porque no tengo ni la más mínima evidencia para afirmarlo, ni siquiera desde la impunidad de un blog. Aquí se dijo otra cosa bien diferente: esos ataques, muy posiblemente producto de la ira espontánea de un puñado de personas, son "funcionales a".

Pero más relevante me parece su segundo punto. La Farolera dice que aportamos a la construcción discursiva del "eje del mal" al contraponer democracia y violencia, abriendo paso a la demonización del "enemigo".

Ahora bien, cuando uno dice que "o están con la democracia o están con la violencia", como aquí se ha hecho, uno no hace más que remitir a una concepción lockeana tradicional de la comunidad política, en la medida que el disenso con la autoridad constituida no implica el fin de la comunidad política misma. En esta matriz conceptual, la autoridad se constituye en un doble pacto fundacional: en el primero, los hombres renuncian a la violencia y acuerdan formar una comunidad política; en el segundo constituyen la autoridad. En este sentido, la puja democrática se enmmarca en una disputa por este segundo acuerdo, que se puede quebrar una y mil veces, siempre que no fracture aquel primero. Las elecciones periódicas no son más que eso: una "renegociación" entre los miembros de la comunidad política para constituir una autoridad legítima ante el conjunto.

La discusión entre el gobierno y los productores rurales no es más que una batalla en el marco del segundo acuerdo, alrededor de una política pública concreta; es decir, mientras que la retórica oficial da un giro hobbesiano, considerando que discutir un acuerdo implica discutir la misma existencia de la comunidad política, aquí partimos de una noción por completo diferente. La batalla de una corporación para defender sus rentas, por más extraordinarias que ellas sean, nos parece una discusión legítima en el marco democrático, siempre que ocurran en el marco de las reglas de juego vigentes y que no violenten ni los derechos, ni las libertades; y de igual forma nos parece legítimo que otros miembros de la sociedad busquen formar coaliciones políticas para meterse con las rentas de la minoría. De alguna manera, como reflexiona Adam Przeworski, la democracia es una disputa para la formación de coaliciones redistributivas.

Aquí, en este blog, casi no hemos ahorrado calificativo hacia el kirchnerismo; se trata de un gobierno mentiroso e hipócrita, que sin ir más lejos aquí lo consideramos básicamente una cleptocracia. A duras penas coincidimos en un puñado de líneas de políticas públicas. Pero el disenso, por más profundo que sea, no justifica la violencia física sobre nadie, nada permite tolerar estas formas de terror blanco en grageas.

En definitiva, siempre creí por demás evidente que en un posteo de un puñado de líneas uno puede incurrir en muchos desbalances. Nada es final, todo es incompleto. Pero aún así, a veces parece oportuno aclarar algunos malos entendidos.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Coronel, prometo leer con detenimiento este post. Me pone muy contenta, pues la otra vez cuando le pedí que desarrollara una poco más su postura me contestó algo como "Farolera, creí que podía leer entre líneas...". Leer entre líneas deja mucho lugar a las interpretaciones subjetivas; por esto es que le pedí que desarrollara la suya. Así que gracias por esta deferencia, Coronel.
Leí también el último párrafo del post y me parece pertinente comentarle que, efectivamente, comprendo eso de escribir en caliente y con muchas otras limitaciones; y no hay nada más incompleto que un post en un blog. Pero sucede que cuando hay un malentendido, no es el lector quien "mal entiende" sino el escritor quien "mal" se expresa.
Ya en breve responderé a la sustancia del post... gracias otra vez!

Anónimo dijo...

¿Usted dice, Coronel, que la marcha de ayer frente al Congreso fue impulsada por una irrefrenable pasión lockeana?
Bromas aparte, estamos de acuerdo en que la violencia es tan inaceptable de un lado como del otro. Sucede que D'elía sube a los palcos con la Presidente, mientras que los lamentables, execrables ataques hacia los funcionarios públicos quedan -popr falta de una evidencia tan flagrante como un palco público- perdidos en episodios puntuales, que los mismos oradores de palermo se encargaron de denostar. ¿Se ve? Pero desde ya que no puede aceptarse la violencia desde ningún lado, por ningún motivo.
En fin, Coronel, que este momento nos sirva como catalizador de un cambio, para que podamos canalizar nuestras protestas y negociaciones por vías institucionales. Gracias por el post.

Aureliano Buendía dijo...

Pensé que se iba a resistir a eso de "leer entre líneas". Pero usted nunca repreguntó.

Anónimo dijo...

Perdón y al final no dije lo más importante que quería decir (van a tener que disculpar mi respuesta en cuotas).
La construcción "o están con la democracia o están con la violencia" plantea una falsa dicotomía pues, como bien dice usted, la violencia está en ambos lados; entonces ya no es relevante, a los efectos de la realidad, la justificación lockeana. Si vamos al contrato, veremos que la letra chica tiene algunos reparos en contra del "ustedes me votaron, ahora hago lo que se me da la gana los próximos cuatro años". Y si bien las herramientas legales del accountability son muy débiles, existe la opinión pública, las encuestas, los medios y todo eso mal llamado "cuarto poder". Es parte del trato. Por lo tanto, si un sector de la sociedad se siente violentada en su contrato, lo más probable -y no es una justificación- es que responda de un modo más o menos violento. No amable, digamos.
Si del contrato se trata, ambos lo violaron. Me interesaría, pues, reconstruir el camino democrático institucional y, para esto, es fundamental dejar de plantear dicotomías estériles. Eso nomás.

Anónimo dijo...

Ah sisi me resistí mentalmente, nunca llegué a responder y después se pasó el momento, así que aproveché este post para pasarle la facutura, si no es molestia. :D

Aureliano Buendía dijo...

Usted me dice que ojalá logremos canalizar nuestras protestas y negociaciones por vías institucionales. Lógicamente un marco mínimo de institucionalidad es necesario, pero muchas otras cosas ocurren por fuera de las instituciones (aquí y en Noruega) y no está mal que así sea. Yo estoy de vuelta del hiper-institucionalismo.

Llenar una plaza o un estadio, declarar una huelga, cacerolear o reventar los foros de los diarios no son formas "institucionales" pero llenan de vitalidad a la democracia.

Por el contrario, lo que me espanta es el recurso directo y en buena medida legitimado al ejercicio de la violencia. Que D'Elía le meta un castañazo a uno; o que le pongan un tomatazo a un diputado son anécdotas. Lo grave es la violencia como medio: que D'Elía opte por romper una protesta copando la parada; que dirigentes sectoriales amenacen a legisladores diciendo que no tendrán paz; o cosas así creo que son lo grave.

Aureliano Buendía dijo...

La referencia a Locke no fue accidental; porque el kirchnerismo tiene cierta mirada hobbesiana de la política, no tanto por la construcción de un Leviathan, sino principalmente porque consideran que discutir la autoridad es discutir la existencia misma de la comunidad política. Por el contrario, la tradición democrática supone lo contrario: remover al gobierno sin derribar el régimen es aceptable.

Quizás nosotros partimos de cierta naturalización presidencialista, donde la caida del presidente es vivida como trauma. Hace días nomás la derecha logró la disolución del gobierno italiano y nadie habló del "golpismo", porque gobierno y comunidad política son cosas separadas y diferenciables. La izquierda se lo hará a Berlusconi en cuanto encuentre la oportunidad política.

Anónimo dijo...

Claro, tal cual. Quizás yo me refería un poco coloquialmente a la "institucionalización", como formas no violentas y productivas de generar diálogos y alimentar la democracia. Ayer salía del trabajo a eso de las 17 hs, por Figueroa Alcorta en dirección opuesta a la marcha, y veía las hordas top pasarme por al lado en dirección a Palermo. Y pensé "qué copado vivir en una ciudad donde pasan cosas, donde la gente se preocupa, le importa lo que pasa, se mueve". Me llenó de entusiasmi (y, por otra parte, no tiene nada de anti-institucional manifestarse pacíficamente; al contrario). Esto de acuerdo con esto de que la violencia como medio es lo que tiene que cambiar, erradicarse (pero eso ya lo denuncié en mi post).
El argumento de "me atacan a mí, ergo atacan a la democracia" es, a todas luces, una falacia flagrante de Cristina, mezclando el Estado con el gobierno de turno. Bah.

Aureliano Buendía dijo...

Y digame, ¿no se cruzó a Diane Fossey por ahí?

Quiero chequear que ese dato que me tiraron sea cierto. Y nadie me da pistas.

Pasa que entre tanta gente debe ser difícil verla....

Anónimo dijo...

Si irme a Locke y aguas que no frecuento. Es obvio que violencia y democracia se contraponen.

La violencia como modo de construcción política está vedada para la democracia política, sea de tipo popular, liberal o social. Lo que de ninguna manera implica que no vayan a ocurrir actos de violencia, ni que muchos de ellos encuentren resquicios legales. Más no obstante, la política demoliberal republicana no permite que ninguna voz ni ningún grupo sea separado del espacio público por medio de la violencia.

Más el Coronel hace bien en remarcar que los medios operan como contralores del Poder más general, ante gravísimos hechos de aprietes, escraches y ataques a partidarios del oficialismo no se los censura. Y al otro día se arma un escándalo terrible con los provocadores Moreno.

Los medios piensan que salimos deun repollo, lamentablemente muchos colegas mediopeleros nuestros lo son efectivamente.

Anónimo dijo...

Qué pasó, Coronel, se quedó sin argumentos y pasó directo a la chicanita...? :)
Yo no fui a la marcha, Aureliano; a ninguna e las dos. Pero pregúntele a Zabalita que él sí fue; quizás la vio.
Ahora, cuando usté critica al gobierno, es un progre crítico; cuando los demás lo criticamos, somos gorilas. Le parece bonito?

Aureliano Buendía dijo...

Sí, me parece muy bonito. Sino me pareciera bonito no lo postearía...