jueves, agosto 14, 2008

Toma y daca



La expresión, lo reconozco, no sé muy bien de dónde proviene pero usualmente se lanza con cierto sentido peyorativo o denigratorio: el toma y daca es un acto de frío intercambio que no puede esconder sino vileza.

Sin embargo, el intercambio es la esencia misma de la negociación, donde las partes sentadas en la mesa ofrecen concesiones a fin de alcanzar una "posición de equilibrio" o acuerdo. Y en una democracia el arte de la negociación se convierte en un elemento fundamental: aún cuando la imposición prima en los procesos de toma de decisiones, ella se asienta en el número (de votos, de escaños, etcétera) y, tal como dijimos en otra ocasión, alcanzar el "número" exige formar coaliciones.

Títulos como La ley de arrendamiento rural, una "cortina de humo" que el Gobierno usó cuando buscaba votos y ahora olvidó implican no sólo una manifiesta omisión de la realidad empírica de la política, sino más grave aún, un juicio de valor desanclado tanto de la realidad empírica como normativa de la democracia.

El gobierno, este y también el noruego, ofrecen "cosas" a fin de sumar votos, porque en democracia las decisiones se toman mediante el voto. Si el acuerdo no se concreta, no hay motivo (ni siquiera normativo!) para cumplir esas ofertas lanzadas en la mesa de negociación; no hace falta modelizar teoría de juegos para saberlo.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Coronel: Desde el punto de vista de un politólogo, coincido con el análisis. Desde la perspectiva liberal que profeso, celebro que la ley de arrendamientos quede olvidada. Pero, desde la mirada de la filosofía política, me pregunto: ¿cómo justificar la democracia si la misma consiste solamente en el intercambio de intereses privados? ¿no será mejor dejar las cosas en manos del mercado, que es mucho más eficiente en satisfacer ese tipo de intereses? (Por favor, no se tome esta pregunta como una chicana; para los progresistas como usted, el nudo de la cuestión pasa precisamente por que los políticos no son tan autointeresados y racionales como los modelitos los muestran...)

Aureliano Buendía dijo...

Maq: Usted agregó un par de cosas a lo que dije que, creo, distorsionan un poco mis palabras.

a.) "consiste solamente": Creo que el intercambio de intereses es una parte sustantiva de la política en democracia, pero no su único elemento constitutivo.

b.) "intereses privados": Intereses, sí; pero la adjetivación corre por cuenta suya. Por el contrario, creo que no sólo existen intereses privados, sino también intereses públicos, colectivos, comunitarios, etcétera.

c.) "del mercado, que es mucho más eficiente": El mercado de competencia perfecta probablemente sea el mecanismo de asignación más eficiente, pero en ningún momento dije que la eficiencia sea siempre y en todos los casos un objetivo a ser alcanzado. Uno espera que la política brinde algún balance entre la eficiencia y otros valores y objetivos en juego.

Pero chicanee tranquilo, lo impulso y aliento, que a nosotros como a las leyendas lo que nos mata son las curvas que parecen rectas.

Anónimo dijo...

Coronel, no me explayé adecuadamente. En el post se describe un intento de logrolling que es perfectamente razonable habitual en un sistema democrático. Ahora, para la gente que lee a (y escribe en) Perfil, eso es algo que no debería suceder: a su modo de ver, todo lo que los políticos hacen debería nacer de la profunda convicción de que es lo mejor para el país, y por ende no deberían estar negociando la aprobación de una ley por otra.

Por supuesto, se trata de una imagen profundamente ingenua de la política, y la indignación moral ante la misma me parece inadecuada. Pero es cierto que tienen un punto: la democracia, la intervención del estado en la economía, etc, difícilmente se puedan justificar si no se parte de una visión algo romántica de la política, visión que las herramientas económicas de análisis destruyen. Mi crítica pasaba por ahí: Perfil y sus lectores son ingenuos porque creen en la política basada en el debate genuino y la moralidad, pero también lo es el progresismo que cree que la política tal como se la practica es compatible con los altos ideales que ellos proclaman.

Aureliano Buendía dijo...

Coincido en el punto de partida:

para la gente que lee a (y escribe en) Perfil, eso es algo que no debería suceder: a su modo de ver, todo lo que los políticos hacen debería nacer de la profunda convicción de que es lo mejor para el país, y por ende no deberían estar negociando la aprobación de una ley por otra

Pero hasta ahí llego.

La cuestión creo que pasa por el punto de contacto entre lo normativo y lo empírico. Por un lado, a partir de tales o cuales valores, uno afirma ciertas preferencias políticas, económicas, etcétera. Pero por otro lado, la realidad empírica establecerá numerosos constreñimientos a los proyectos políticos concretos. Ni todo lo real es bueno, ni todo lo bueno es posible.

Los 70s en Argentina son un ejemplo magnífico del desanclaje de lo normativo respecto de lo empírico: tanto desde la izquierda como desde la derecha, se concebía a la sociedad como un objeto perfectamente maleable, al cual sólo había que aplicar los "correctivos" necesarios para alcanzar la sociedad deseada.

Por mi parte, creo que las herramientas económicas de análisis destruyen las concepciones voluntaristas, poniendo en primer plano las condiciones de viabilidad real, los costos de transacción, etc.

Anónimo dijo...

"la intervención del estado en la economía, etc, difícilmente se puedan justificar si no se parte de una visión algo romántica de la política, visión que las herramientas económicas de análisis destruyen."

No sé si entiendo bien esta afirmación.

Por un lado, idealmente, se podría justificar la "intervención en la economía" sobre la base de la existencia de fallas de mercado (hay quienes niegan tal cosa, pero bueno no es el mainstream).

Por otro lado, desde un punto de vista meramente predictivo, si se toman en cuenta algunos análisis de elección pública, es probable que los gobiernos intervengan en la economía (incluso que "intervengan demasiado y mal"...).
Saludos!
cv

Anónimo dijo...

CV, el problema con las fallas de mercado no es que no existan, sino la falta de incentivos que los políticos tendrían para resolverlas: ¿por qué lo harían si pueden, por ejemplo, aprovecharse de ellas?

Por otra parte, es cierto que los gobiernos siempre van a intervenir de alguna manera u otra, mi crítica se dirigía a los que avalan o piden esa intervención dando por sentado que va a ser buena la mayor parte de las veces.

Anónimo dijo...

"el problema con las fallas de mercado no es que no existan, sino la falta de incentivos que los políticos tendrían para resolverlas: ¿por qué lo harían si pueden, por ejemplo, aprovecharse de ellas?"

Bueno, habría que ver.
Supongamos la contaminación.
Si el voto tiene una función expresiva (i.e.: "preocupación por el medioambiente") eso suministraría un incentivo para que el gobierno intente corregir los problemas medioambientales.

"es cierto que los gobiernos siempre van a intervenir de alguna manera u otra, mi crítica se dirigía a los que avalan o piden esa intervención dando por sentado que va a ser buena la mayor parte de las veces."

Pero esta es una crítica normativa igual que lo es la de los lectores de Perfil!
(digamos que es la crítica normativa que se desprende de la literatura de public choice)
Saludos!
cv