El miércoles por la tarde alguien me comentó que había mucho revuelo por la última portada de El Jueves, un semanario español muy del estilo que supieron cultivar por estas tierras clásicos como Humor, Satiricón y algunos otros más. Y no era para menos: habían tenido el tupé, la insolente desfachatez de hacer un chiste sobre el Príncipe de Asturias. Fíjese usted, qué desatino. Pero hasta ahí lo normal, porque el franquismo dejó como legado una auténtica colmena de fachos sueltos, los que además tienen menos filtro que los fachos nuestros de cada día o al menos la prensa les da mayor repercusión. ¿Cuál es entonces el asunto? Que la cosa no se limita al mero cotilleo en las peluquerías madrileñas, sino que se abre paso en las instituciones del Estado. Paso a detallar.
La reacción no pierde el tiempo. Si bien el número de El Jueves apareció el día miércoles, en El País de hoy se puede leer: El juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo ha ordenado, a petición de la Fiscalía General del Estado, retirar de los quioscos y prohibir la difusión del último número de la revista satírica El Jueves por un supuesto delito de injurias a La Corona. La portada de su último número -en la calle desde el miércoles, con una tirada de 120.000 ejemplares distribuidos en 5.000 puntos de venta- representa una caricatura de los Príncipes de Asturias en una postura sexual explícita. Jueces fachos hay a patadas, pero estos además son celeros.
De la libertad de expresión, ni noticias. Un juez, de un plumazo, con el mismo estilo que Franco firmaba condenas de muertes sumergiendo croissants en el café, dispuso que los editores de El Jueves tienen derecho a decir lo que quieran salvo que incomoden a la Corona. Es decir, su libertad está condicionada a los placeres y gustos de una familia de snobs. Alguien dirá: los jueces están para interceder ante las injurias y las calumnias. Concedo, pero este no es el caso. Aquí se trata de una especie particular, tal como las "injurias a La Corona". Para poner blanco sobre negro, digamos que si la caricatura se hubiera metido con Penélope Cruz o Paz Vega (alta y altísima debilidad del Coronel, respectivamente), nada de esto hubiera pasado.
Algunos medios optan por pasar por una autocensura y, días antes de salir al mercado, envían el material a publicar a los censores de la Corona. Como todo el mundo sabe, los reyes leen ¡Hola! algunos días antes que aquellos que cargan con la desgracia de no ser parte de la familia real. Para aquellos que no se autocensuran hay otros métodos y el eficiente siervo del rey, don Juan del Olmo, dejó muy claro cuáles son.
Enclaves autoritarios. En la jerga este concepto se aplica usualmente para caracterizar algunos andamiajes clave de la democracia blindada que legó el pinochetismo en Chile. Corriendo el riesgo de la incorrección política hay que decir que la democracia española convive con una serie de enclaves desde hace décadas, aunque estos sean sin dudas de menor envergadura que los enclaves chilenos. Nadie, ni Freedom House (que rankea a España con puntaje perfecto), quiere decir que una democracia de un país europeo relevante es imperfecta, pero los obstáculos para reformar la Constitución en materias referidas a la Corona, las prerrogativas reales que alcanzan incluso a concebir crímenes específicos y, porqué no, la ilegalización de partidos por ser demasiado nacionalistas (en especial en los casos que se trate de ejemplos de su especie vasca) son barreras introducidas en el andamiaje institucional para limitar los alcances de la democracia.
En una democracia moderna cualquier ciudadano puede opinar sobre una alta investidura política y no sufrir ninguna consecuencia, incluso cuando esas opiniones sean de dudoso gusto. Caricaturizar al Príncipe de Asturias (que, digámoslo de una buena vez, el Coronel también cree que es un inútil a tiempo completo) teniendo relaciones sexuales puede ser poco elegante, no soy quién para juzgarlo, pero no puede implicar consecuencias sobre quien lanza su ironía. Y no hace falta decir que la sola idea de que la opinión pueda revestir una responsabilidad ya no civil, sino penal es una monstruosidad. En suma, una democracia que conserva los delitos de opinión, y quiero enfatizar que en el caso español pueden conducir a la cárcel en el caso de las injurias a la Corona y la institución monárquica, es una democracia con enclaves autoritarios, menos severos que los vistos en otros países, pero enclaves al fin.
En el fondo, lo que se esconde detrás de este tipo de leyes es una noción donde la ley es el monarca y desafiar al poder, como constituye un ataque a la propia persona del monarca, debe ser castigado públicamente. Como los suplicios fueron abolidos largo tiempo atrás, esta gente hoy sólo debe contentarse con incautar ejemplares.
Señora, si usted quiere decir algo infamante de alguien, digamos... por decir... que Raul se la come, no pasa nada. Ahora si usted sugiere que el Príncipe nunca trabajó, tenga cuidado, porque eso es delito.
La reacción no pierde el tiempo. Si bien el número de El Jueves apareció el día miércoles, en El País de hoy se puede leer: El juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo ha ordenado, a petición de la Fiscalía General del Estado, retirar de los quioscos y prohibir la difusión del último número de la revista satírica El Jueves por un supuesto delito de injurias a La Corona. La portada de su último número -en la calle desde el miércoles, con una tirada de 120.000 ejemplares distribuidos en 5.000 puntos de venta- representa una caricatura de los Príncipes de Asturias en una postura sexual explícita. Jueces fachos hay a patadas, pero estos además son celeros.
De la libertad de expresión, ni noticias. Un juez, de un plumazo, con el mismo estilo que Franco firmaba condenas de muertes sumergiendo croissants en el café, dispuso que los editores de El Jueves tienen derecho a decir lo que quieran salvo que incomoden a la Corona. Es decir, su libertad está condicionada a los placeres y gustos de una familia de snobs. Alguien dirá: los jueces están para interceder ante las injurias y las calumnias. Concedo, pero este no es el caso. Aquí se trata de una especie particular, tal como las "injurias a La Corona". Para poner blanco sobre negro, digamos que si la caricatura se hubiera metido con Penélope Cruz o Paz Vega (alta y altísima debilidad del Coronel, respectivamente), nada de esto hubiera pasado.
Algunos medios optan por pasar por una autocensura y, días antes de salir al mercado, envían el material a publicar a los censores de la Corona. Como todo el mundo sabe, los reyes leen ¡Hola! algunos días antes que aquellos que cargan con la desgracia de no ser parte de la familia real. Para aquellos que no se autocensuran hay otros métodos y el eficiente siervo del rey, don Juan del Olmo, dejó muy claro cuáles son.
Enclaves autoritarios. En la jerga este concepto se aplica usualmente para caracterizar algunos andamiajes clave de la democracia blindada que legó el pinochetismo en Chile. Corriendo el riesgo de la incorrección política hay que decir que la democracia española convive con una serie de enclaves desde hace décadas, aunque estos sean sin dudas de menor envergadura que los enclaves chilenos. Nadie, ni Freedom House (que rankea a España con puntaje perfecto), quiere decir que una democracia de un país europeo relevante es imperfecta, pero los obstáculos para reformar la Constitución en materias referidas a la Corona, las prerrogativas reales que alcanzan incluso a concebir crímenes específicos y, porqué no, la ilegalización de partidos por ser demasiado nacionalistas (en especial en los casos que se trate de ejemplos de su especie vasca) son barreras introducidas en el andamiaje institucional para limitar los alcances de la democracia.
En una democracia moderna cualquier ciudadano puede opinar sobre una alta investidura política y no sufrir ninguna consecuencia, incluso cuando esas opiniones sean de dudoso gusto. Caricaturizar al Príncipe de Asturias (que, digámoslo de una buena vez, el Coronel también cree que es un inútil a tiempo completo) teniendo relaciones sexuales puede ser poco elegante, no soy quién para juzgarlo, pero no puede implicar consecuencias sobre quien lanza su ironía. Y no hace falta decir que la sola idea de que la opinión pueda revestir una responsabilidad ya no civil, sino penal es una monstruosidad. En suma, una democracia que conserva los delitos de opinión, y quiero enfatizar que en el caso español pueden conducir a la cárcel en el caso de las injurias a la Corona y la institución monárquica, es una democracia con enclaves autoritarios, menos severos que los vistos en otros países, pero enclaves al fin.
En el fondo, lo que se esconde detrás de este tipo de leyes es una noción donde la ley es el monarca y desafiar al poder, como constituye un ataque a la propia persona del monarca, debe ser castigado públicamente. Como los suplicios fueron abolidos largo tiempo atrás, esta gente hoy sólo debe contentarse con incautar ejemplares.
Señora, si usted quiere decir algo infamante de alguien, digamos... por decir... que Raul se la come, no pasa nada. Ahora si usted sugiere que el Príncipe nunca trabajó, tenga cuidado, porque eso es delito.
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Dos días atrás se cumplieron 71 años del criminal golpe de Estado franquista. Todo el horror de la Guerra Civil, con su legado de muertes que se cuentan por centenares de miles, culminó la experiencia de la II República española y dio paso a una dictadura cruenta de casi 40 años de duración, cuyos rastros aun hoy se ven a cada paso por las calles españolas.
Fiel a las tradiciones políticas de la Revolución francesa, el Coronel cree que este mundo será un lugar mejor y más justo cuando no queden más reyes que los cuatro de la baraja.
Nota: En el presenta asalto a la figura monárquica, el Coronel en ningún momento quiso poner en cuestión los títulos de realeza bien ganados por O Rei Pelé.
Fiel a las tradiciones políticas de la Revolución francesa, el Coronel cree que este mundo será un lugar mejor y más justo cuando no queden más reyes que los cuatro de la baraja.
Nota: En el presenta asalto a la figura monárquica, el Coronel en ningún momento quiso poner en cuestión los títulos de realeza bien ganados por O Rei Pelé.
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