jueves, octubre 25, 2007

Mejor no hablar de ciertas cosas


Un fantasma recorre incesantemente la política española reciente, aunque nadie se anima a pronunciar su nombre.

Las últimas semanas nos han regalado una abundante serie de imágenes que, una y otra vez, presentan a la Corona como una ciudadela sitiada y asediada: revistas satíricas mofándose de la familia real, seguido del secuestro de ejemplares y de la persecusión penal de sus humoristas; mútiples mitines con el sólo objeto de quemar fotografías reales, con la consiguiente persecusión penal de militantes políticos; medios de prensa obligados a violentar el secreto profesional para castigar opositores a la monarquía; dirigentes políticos electos que se animan a hacer planteos en la propia cara del rey; la Corona haciendo lobby para que las empresas editoriales mantengan bajo control lo que sus periodistas dicen al aire o escriben en sus columnas; y, como si todo esto fuera poco, el mismo rey Juan Carlos tiene que salir a defender su trabajo hablando de todos los logros que, gracias a su generosa intervención, ha alcanzado la democracia española en estas tres décadas.

A plena luz del día, crujen los cimientos de la monarquía española. Pero, como decía el pelado, mejor no hablar de ciertas cosas.

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