Algunas notas con los números puestos
A pesar de las letanías de algunos, las urnas arrojaron un resultado contundente: la mitad de los argentinos votaron por otros cuatro años del kirchnerismo en el poder. La otra mitad se descompuso en una multitud de opciones que, en algunos casos, ni siquiera eran demasiado opositoras.
La composición regional del voto es también contundente: CFK ganó en 21 sobre 24 distritos, lo que indica que la supresión del Colegio Electoral en 1994, contrariamente a los argumentos esgrimidos por los representantes de las provincias más chicas en la Convención, no obró una elección presidencial donde cuatro o cinco distritos urbanos eligen un mandatario contra la opinión de las restantes provincias. En algunas provincias, la formula kirchnerista se alzó con una cantidad de votos dificil de repetir: 77.9% en Santiago del Estero, 74,4% en Salta y 72.3% en Formosa, frente a los cuales incluso los resultados alcanzados en el pago chico (Santa Cruz, 67.9%) parecen poquita cosa.
Varios meses atrás decíamos que la idea de un kirchnerismo cayéndose a pedazos no era otra cosa que "el producto del micro-clima opositor, perceptible si uno camina por las calles de Recoleta, Palermo y demás barrios de gente bien". Y los resultados dieron una prueba aplastante de que ni siquiera se puede hablar de declinación. En mi barrio a esto le dicen paliza, en otros ambientes por menos que esto un técnico tira la toalla.
A esto se suma una victoria demoledora en las elecciones legislativas que, ayudadas por la conveniente sobre-representación de los distritos chicos legada por Bignone, deja en manos del peronismo una bancada con mayoría propia en Diputados, a la que se pueden sumar una treintena de aliados (o filo-kirchneristas); además conserva intactos sus 2/3 en el Senado. Siguiendo a Riker, uno esperaría que esa super-coalición nunca será reunida dado que sería demasiado costoso sostenerla; más racional sería, por el contrario, gobernar con la mínima coalición ganadora. Ahora bien, un premio excepcional puede facilitar alcanzar pagos* excepcionales para todos los participantes y los números en ambas cámaras dejan al alcance de la mano decisiones con mayorías agravadas: el Coronel no pronostica ninguna reforma constitucional pero sí dice que están dadas las condiciones políticas.
Saber ganar
Ahora bien, después de tamaña victoria tanto en la elección presidencial como en las concurrentes elecciones legislativas, uno supondría que la circunstancia llamaba a una construcción política un poco más generosa que la que sugiere alguien cuando a primera hora del día sale a criticar a la capacidad de los votantes porteños. Esto trae inmediatamente a la memoria la reacción de Filmus tras la segunda vuelta con Macri: a él lo habían votado los sectores pensantes del electorado y, por descarte, a su oponente los no pensantes.
Pero, tal como decíamos tras la derrota de aquel día, el problema en el distrito no es tanto el comportamiento no-pensante de los porteños o la perniciosa influencia de la prensa, sino un armador político que no está a la altura de las circunstancias. Aunque él prefiera echarle la culpa al autismo porteño, Mr. Fernández ya es el padre de un rosario de derrotas en la Ciudad: a.) Bielsa en 2005; b.) Filmus hace cuatro meses (con paliza incluida); y c.) ahora, un distante segundo lugar, mientras llueven votos kirchneristas a lo largo y ancho del país.
No obstante, vamos a hacer una concesión en favor del armador y digamos que el problema puede ser más amplio: los resultados de CFK fueron comparativamente magros en varios distritos urbanos, no sólo en la Ciudad de Buenos Aires. Acá hace falta más evidencia empírica, pero mientras esperamos que en cualquier momento el Criador postee algo, digamos que todo parece sugerir un voto más cercano a las características históricas del peronismo, basado en sectores populares en las áreas urbanas y el apoyo de los sobre-representados distritos periféricos. Es decir, la tesis de Mora y Llorente sigue ahí y del proyecto transversal ni noticias.
El peronismo como opción (casi) única
La oportunidad de derrotar al peronismo en una elección presidencial, dada la especial geografía electoral argentina, depende de la presencia de dos formulas competitivas en la ciudad de Buenos Aires toda (CBA + conurbano) y, por supuesto, que una de ellas sea no-peronista. Esto puede ser de perogruyo: la única derrota peronista en una presidencial en veinte años fue la única ocasión en que enfrentó a una fórmula capaz de alcanzar una satisfactoria (en realidad, diría magnífica) performance en esta región, tal como la Alianza en el '99.
Sin embargo, el problema es que para construir una coalición política capaz de gobernar se requiere no sólo de un eficaz aparato político en el área matropolitana de Buenos Aires, sino también un aparato capaz de construir poder institucional en las provincias. Y esta fue la gran tragedia de la Alianza: leyó la elección de ese año como una victoria cuando, en el mejor de los casos, fue un empate.
Ahora bien, nada indica que ambas condiciones se conjuguen mutuamente, sino que en ocasiones pueden ser entre sí contradictorias. Es decir, quizás la estrategia para ganar en un terreno sea inadecuada para ganar en el segundo. Y, en este dilema, la única maquinaria disponible para tal operación es la multifacética y versátil estructura peronista. En última instancia, el sentido principal del voto es formar un gobierno a la vez representativo y eficaz.
(*) El término pagos se usa en el sentido habitual en rational choice y no necesariamente hace referencia a pago de sobornos o al intercambio de cualquier otro recurso ilícito o turbio. Por supuesto, tal cosa no se descarta, pero no descartarla no es lo mismo que afirmarla.
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