No es la primera vez que ocurre y, asumiendo todos los riesgos inherentes a cualquier pronóstico, tampoco será la última. La jornada final de cada edición de los Juegos Panamericanos no sólo es una oportunidad para hacer un recuento de los logros que se suman al exitoso palmarés cubano, sino también de contabilizar cuántos deportistas se fugaron de la delegación, con la intención de pedir asilo. Este espectáculo de éxitos y fugas se repite ante cada cita panamericana u olímpica y también ante cualquier otro torneo internacional.
En esta ocasión, cuatro representantes cubanos, entre ellos su boxeador estrella Guillermo Rigondeaux, abandonaron la delegación. La reacción del régimen se adecuó a su retórica habitual, burdamente maniquea, que separa entre revolucionarios e imperialismo, entre el esfuerzo de un pueblo y la perfidia del capitalismo internacional: "Cuba, cuyos resultados y esfuerzos en el deporte amateur nadie puede negar, sufre más que cualquier otro país las mordidas de las pirañas", dijo Fidel Castro, indignado con el "robo de talentos", en este caso de dos de los mejores boxeadores de la Isla (Olé, 30/07/2007).
En realidad la sorpresa no es ni por la huida de deportistas cubanos, ni por la reacción mecánica del régimen, denigrando a quienes manifiesten diferencias y culpando a una pérfida maquinación contra-revolucionaria de cualquier desajuste entre el paraiso terrenal del discurso oficial y la dura realidad de la isla. Escuchar a funcionarios del régimen calificar de ratas a los exiliados, de agentes de la CIA a los pocos opositores que sobreviven en la isla, o de lamebotas a gobiernos que se interesan por la situación de los Derechos Humanos es casi cotidiano.
La sorpresa del Coronel es por los términos en que la prensa argentina, en este caso un diario deportivo, ha procesado el discurso oficial del régimen: Y sí, las pirañas siguen mordiendo... es el remate del artículo que hoy afirma la falsedad de la ola de rumores que corrieron en la villa sobre posibles nuevos desertores a partir de la ausencia de la mayor parte de la delegación a la fiesta de cierre. Desconozco por completo si esos rumores fueron falsos o no, porque a nadie debería sorprender que ocurriera una operación de prensa para desprestigiar (aún más) al régimen, pero al usar el propio discurso oficial para cerrar la nota (de por sí apologética), el periodista incorpora su lógica implícita: los exiliados son ratas, traidores de la Revolución, que se venden por el dinero del capitalismo.
Y esta comprobación es muy triste, porque implica una descalificación de gente que escapa de un régimen represivo ansiando vivir líbre, con todo lo que ello implica: lógicamente, tal libertad va acompañada del deseo de vivir con el producto del propio trabajo. Cuando el régimen castrista recurre a este juego retórico, no hace nada muy diferente a lo que hacía tres décadas atrás la ignominiosa dictadura argentina cuando descalificaba a los exiliados (y a las críticas que llegaban del exterior) como eslabones de una campaña anti-argentina. El periodista de Olé, sea o no consciente de ello, avala tal estrategia discursiva al calificar de "pirañas" a quienes ofrecen contratos a deportistas cubanos. ¿Y la libertad de estos deportistas dónde quedó? ¿No tienen derecho a decidir dónde vivir? ¿No tienen derecho a decidir para quién trabajar? ¿Acaso no están escapando de una dictadura condenada internacionalmente por sus violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos?
No tengo dudas de la buena fe del periodista, motivo por el cual ni siquiera me he detenido en su nombre. El problema es que este es el clima dominante en la prensa argentina: dar por cierto el discurso oficial del régimen, en especial cuando luzca algunos tintes anti-imperialistas, sin prestar atención a sus matices y a sus implicancias. El Coronel apoya muchas de las declaraciones del gobierno cubano, en especial aquellas que cuestionan el injusto embargo que sufre su comercio o el aislamiento internacional que los Estados Unidos intentan imponerle desde hace décadas, pero eso no significa renunciar al sentido crítico y avalar cualquier cosa, como si se tratara de un cheque en blanco.
Cuba es un régimen autoritario, militar, represivo, que entre muchas otras cosas no permite que sus ciudadanos salgan del país, al punto que un par de años atrás ejecutó tras un juicio sumarísimo a algunos que intentaron hacerlo. A nadie debería sorprenderle que, ante cada cita deportiva, representantes de la delegación cubana no regresen a la isla y esto no será porque algunas "pirañas" los corrompan, sino porque sólo tendieron una mano y los deportistas, desesperados, se lanzaron por ella.
Lo más triste de todo es que de la Revolución, sólo nos quedó la Dictadura.
En esta ocasión, cuatro representantes cubanos, entre ellos su boxeador estrella Guillermo Rigondeaux, abandonaron la delegación. La reacción del régimen se adecuó a su retórica habitual, burdamente maniquea, que separa entre revolucionarios e imperialismo, entre el esfuerzo de un pueblo y la perfidia del capitalismo internacional: "Cuba, cuyos resultados y esfuerzos en el deporte amateur nadie puede negar, sufre más que cualquier otro país las mordidas de las pirañas", dijo Fidel Castro, indignado con el "robo de talentos", en este caso de dos de los mejores boxeadores de la Isla (Olé, 30/07/2007).
En realidad la sorpresa no es ni por la huida de deportistas cubanos, ni por la reacción mecánica del régimen, denigrando a quienes manifiesten diferencias y culpando a una pérfida maquinación contra-revolucionaria de cualquier desajuste entre el paraiso terrenal del discurso oficial y la dura realidad de la isla. Escuchar a funcionarios del régimen calificar de ratas a los exiliados, de agentes de la CIA a los pocos opositores que sobreviven en la isla, o de lamebotas a gobiernos que se interesan por la situación de los Derechos Humanos es casi cotidiano.
La sorpresa del Coronel es por los términos en que la prensa argentina, en este caso un diario deportivo, ha procesado el discurso oficial del régimen: Y sí, las pirañas siguen mordiendo... es el remate del artículo que hoy afirma la falsedad de la ola de rumores que corrieron en la villa sobre posibles nuevos desertores a partir de la ausencia de la mayor parte de la delegación a la fiesta de cierre. Desconozco por completo si esos rumores fueron falsos o no, porque a nadie debería sorprender que ocurriera una operación de prensa para desprestigiar (aún más) al régimen, pero al usar el propio discurso oficial para cerrar la nota (de por sí apologética), el periodista incorpora su lógica implícita: los exiliados son ratas, traidores de la Revolución, que se venden por el dinero del capitalismo.
Y esta comprobación es muy triste, porque implica una descalificación de gente que escapa de un régimen represivo ansiando vivir líbre, con todo lo que ello implica: lógicamente, tal libertad va acompañada del deseo de vivir con el producto del propio trabajo. Cuando el régimen castrista recurre a este juego retórico, no hace nada muy diferente a lo que hacía tres décadas atrás la ignominiosa dictadura argentina cuando descalificaba a los exiliados (y a las críticas que llegaban del exterior) como eslabones de una campaña anti-argentina. El periodista de Olé, sea o no consciente de ello, avala tal estrategia discursiva al calificar de "pirañas" a quienes ofrecen contratos a deportistas cubanos. ¿Y la libertad de estos deportistas dónde quedó? ¿No tienen derecho a decidir dónde vivir? ¿No tienen derecho a decidir para quién trabajar? ¿Acaso no están escapando de una dictadura condenada internacionalmente por sus violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos?
No tengo dudas de la buena fe del periodista, motivo por el cual ni siquiera me he detenido en su nombre. El problema es que este es el clima dominante en la prensa argentina: dar por cierto el discurso oficial del régimen, en especial cuando luzca algunos tintes anti-imperialistas, sin prestar atención a sus matices y a sus implicancias. El Coronel apoya muchas de las declaraciones del gobierno cubano, en especial aquellas que cuestionan el injusto embargo que sufre su comercio o el aislamiento internacional que los Estados Unidos intentan imponerle desde hace décadas, pero eso no significa renunciar al sentido crítico y avalar cualquier cosa, como si se tratara de un cheque en blanco.
Cuba es un régimen autoritario, militar, represivo, que entre muchas otras cosas no permite que sus ciudadanos salgan del país, al punto que un par de años atrás ejecutó tras un juicio sumarísimo a algunos que intentaron hacerlo. A nadie debería sorprenderle que, ante cada cita deportiva, representantes de la delegación cubana no regresen a la isla y esto no será porque algunas "pirañas" los corrompan, sino porque sólo tendieron una mano y los deportistas, desesperados, se lanzaron por ella.
Lo más triste de todo es que de la Revolución, sólo nos quedó la Dictadura.