martes, julio 24, 2007

Perfume de mujer

Anoche, haciendo zapping por el cable me topé con Diana Conti en el programa de Joaquín Morales Solá. El tema inicial del diálogo era la situación de la ministra de Defensa, Nilda Garré, que aquí se reseña. Pero no fue eso lo que despertó mi atención sino que Conti intentaba presentar tanto la situación de Garré como las acusaciones contra Miceli y Picolotti como una cuestión de género.

Las intenciones de Conti eran aviesas, pero el punto es interesante. Tal como en otra oportunindad resumimos en el Teorema de De Vido, lo que condena al ostracismo a un funcionario corrupto no es el escándalo en sí, sino su (escaso) poder político. Y las mujeres, en términos generales, tienen notablemente menos poder que sus pares masculinos, a pesar incluso de los progresos hechos en las últimas dos décadas.

Es decir, todo sugiere que si estallan más escándalos de corrupción que afectan a mujeres que a hombres, no es porque sean más corruptas, sino porque tienen más presencia que algunos años atrás pero con menos poder político que un hombre.

Nota: El Coronel se tomó largos minutos en encontrar una foto que favoreciera a la señora diputada, pero sus esfuerzos fueron infructuosos. Esa caripela no tiene arreglo.

7 comentarios:

Zabalita dijo...

Vi la parte final del debate y el argumento de Conti, esgrimido antes por el inefable Aníbal F. (futuro desempleado o futuro empleado pero en el sector privado) me parece pobre. De hecho hace tiempo ya que Conti me tiene harto. Esta mujer es de una soberbia pocas veces vista.

Está claro que los conversos son los peores y esta mina que formó parte de la Alianza y que llegó al Congreso en 2001 de la mano de tan malograda coalición política, es de los más lameculos del matrimonio Kirchner que puede haber en la política argentina de hoy.

Adrián Pérez reaccionó con demasiada caballerosidad o pasividad, a los comentario que esta víbora le hacía, tratándolo de pichi, ninguneandolo.

Ciertamente esta mina pertenece a lo más despreciable del Kirchnerismo y es una de esas que cuando los 15 minutos se les acabe n al matrimonio K, no le va quedar lugar adonde refugiarse.

Porque los peronistas pueden ser privatistas y estatistas, menemistas y kirchneristas, ortodoxos y renovadores, etc., y les sale bien, al resto, está probado que no.

Anónimo dijo...

Es cierto que todavia hoy las mujeres tienen menor peso politico que los hombres, pero si alguna vez aspiran tenerlo creo que el primer paso es que se deje de hacer de cualquier cuestion que las involucre un "problema de género".

Escudar a las funcionarias mujeres bajo esta bandera es un lugar común -y bastante pobre- en el que suele caerse.

No nos equivoquemos estimado coronel, ¿son estos escándalos problemas de género?, ¿O "el género" es mas bien el discurso que se elige para defender lo indefendible?

Saludos,
una lectora.

Aureliano Buendía dijo...

Zabalita: Comparto con usted cierta antipatía con la diputada Conti, sólo por la soberbia con que se expresa, sino principalmente por su pertenencia a ese vaporoso sector que podríamos llamar progresismo panquecón. Esta gente un día está hablando de los abusos del poder y, al siguiente, cuando es oficialismo, justifica la destrucción de los mecanismos de control, lo que significa que el quid no es limitar el poder sino tener la sartén por la manija. Sólo leer sus declaraciones cuando fue reformado el Consejo de la Magistratura alcanzan colgarle ese rótulo.

Lectora: Coincido con usted que tanto Conti como Aníbal F. usaron la bandera del género para evitar el fondo del asunto: los escándalos de corrupción. Pero mi argumento va en otra dirección.

Por un lado, creo que existe un lazo muy fuerte entre el escándalo y el poder del protagonista: cuanto más poderoso es el funcionario, más grande tiene que ser el escándalo necesario para derribarlo. (Y nótese que hablo de "escándalo" y no de corrupción.) Además, un funcionario poderoso tiene muchos recursos para detener el escándalo antes que tome estado público.

Por otro lado, las mujeres tienen menos poder que los hombres. Y por supuesto hablo en términos generales: Cristina FK tiene mucho más poder que casi cualquier hombre de este gobierno, pero ella es más la excepción que la regla.

Por último, las mujeres con cargos de alta responsabilidad política son cada vez más, lo cual es muestra de los progresos hechos en los últimos veinte años. Pero usualmente ocupan tales cargos con menos poder: Miceli ocupó una cartera clave, pero no caben dudas que fue el ministro de Economía con menos poder en décadas, quizás en la historia.

Mi argumento es que la combinación de estos tres factores hace que sea más probable un escándalo de corrupción que implique a mujeres y no porque sean más corruptas (lo que obviamente argumentarán sus pares hombres para conservar sus posiciones) sino porque tienen menos poder.

Aureliano Buendía dijo...

Hago una aclaración final. Si bien no estoy siguiendo el caso en detalle, da toda la impresión que las imputaciones hechas a Garré tienen bastante menos asidero que para sus pares.

En este caso, por más que me duela reconocerlo, todo parece indicar que la versión oficial (un juez que golpea primero a fin de victimizarse) es bastante sólida.

Anónimo dijo...

Aureliano: aparte, cómo sospechar que una dirigente formada en la Tendencia Revolucionaria va a ser corrupta?
Es el gorilismo que vuelve el que pretende cargarse a Garré.

PD: 'Qué pasa, qué pasa, qué pasa general/qué está lleno de gorilas el gobierno popular?

Rufus T. Firefly dijo...

Permiso... el punto que levanta la lectora es muy bueno me parece, y tiene relación con usté Coronel: no cabe duda de que del peso del escandaleado dependen las posibilidades de ser derribado, pero seguro la argumentación en primer lugar de una cuestión de género hace parecer que no hay más defensa que (en resumidas cuentas) decir "pobrecita la nena".
Seguro Miceli tenía menos poder que cualquier ministro de economía anterior, pero Peirano (aunque con más poder y cintura que Miceli) está en la misma situación, y si se le descubriera una bolsa la defensa no estaría basada en que es jóven que los anteriores ¿o si?

Aureliano Buendía dijo...

Rufus: coincido parcialmente en la cuestión del género con la lectora (que, digamos, la próxima vez podría inventarse un nick, porque hablar de la "lectora" suena demasiado impersonal).

Creo que en la etapa de inserción de la mujer en la arena política el recurso a la bandera de género fue no sólo válida, sino muy útil, en la medida que permitió aunar fuerzas en favor de un objetivo común, tal como su legitimación como actor político.

Sin embargo, en una segunda etapa, quizás el recurso al género (sin perder nada de su legitimidad) tenga una utilidad decreciente. ¿Por qué? Porque en la medida que su posición como actor reconocido no corre riesgos (o, mejor aun, su posición corre un riesgo declinante) existen menos intereses comunes alrededor de los cuales coordinar esfuerzos.

Y en esta segunda etapa aparecen diferencias intra-grupo, que se cortan de acuerdo a los clivajes convencionales que fragmentan el campo político. Por decir, nos toparemos con representantes de izquierda y derecha, más o menos democráticas, más o menos corruptas, más o menos religiosas, etc.

Es cierto que el recurso al género suena muchas veces trillado y que, incluso, muchas mujeres no lo reconocen como un objeto político válido. En estos casos, el género queda sepultado bajo el argumento de la ideoneidad: Las mujeres realmente valiosas no necesitan de cupos, ni que les cedan el lugar. No obstante, este argumento omite situaciones de desigualdad inicial, muchas veces veladas. Y tales desigualdades están más ocultas que las desigualdades sociales; nadie diría algo como Si a los pobres les diera la cabeza, irían a la Universidad porque hasta el más gorila sabe que eso es falso.

Por mi parte, creo que el Recurso al género tiene una utilidad política declinante, pero no por eso creo que implique tratar de "pobrecitas" a las mujeres, sino que, por el contrario, creo que ha operado como una operación de desenmascaramiento.