Advertencia al lector desprevenido: Este posteo es largo. Si tiene poco tiempo, siga con lo suyo. Si aun no vio el gol de Messi de ayer, mejor abra aquí y no pierda tiempo con esto, porque el Coronel no está en condiciones de competir. Pero si le gusta la política, tiene tiempo y ya vio la joya de Messi, siga adelante.
Tenía en mente postear una reflexión sobre el lugar que ha ocupado la palabra gestión en la política local en las últimas semanas, pero el compañero Zabalita posteo un interesante análisis sobre las oportunidades de coordinación estratégica entre los principales dirigentes opositores y he optado por dejar la gestión para mañana o pasado.
Cambio climático. No me refiero tanto a la impensada nevada del pasado lunes, como a la radical modificación del clima político que se generó en las últimas semanas. En un puñado de semanas cualquier observador pudo observar cómo muchos dejaron de hablar de la Hegemonía K para empezar a pintar una eventual derrota kirchnerista en las elecciones de octubre como algo que está al alcance de la mano; parece que pasaron siglos de los días en que Carrió comparaba a Kirchner con Ceauşescu.
¿Qué pasó en el medio? A.) Macri ganó en la Capital, a lo que se sumaron las derrotas kirchneristas en Neuquén y Tierra del Fuego, que aunque hicieron su aporte, no hubieran tenido impacto alguno sin la victoria macrista. B.) Estallaron sucesivos escándalos de corrupción, como este, este, este, de abuso de poder como este, y algún otro que me esté olvidando (o no me haya enterado). C.) La crisis energética llegó a un punto sin retorno, donde todo el mundo está al tanto de la situación, por lo cual evitar la palabra crisis sirve de poco y echarle la culpa a la perfidia empresaria es no sólo inverosimil sino (más importante aun) inútil.
Ahora bien, ¿la acumulación de tropiezos invitan a pensar en una derrota kirchnerista? Bueno, esto es poco probable, porque la sensación parece más el producto del micro-clima opositor, perceptible si uno camina por las calles de Recoleta, Palermo y demás barrios de gente bien, convenientemente estimulado por las portadas de un sector de la prensa que desde que pasó esto tiene ganas de cobrársela, que por una percepción difundida a lo largo de todo el electorado.
Unión Democrática. En su posteo, Zabalita discute las posibilidades de coordinación estratégica en términos de acción racional, sin embargo deja picando un segundo elemento: el supuesto del que parten numerosos operadores (y analistas) es que el voto en octubre se articula alrededor del clivaje gobierno-oposición y que, por lo tanto, aquellos que no voten al gobierno están dispuestos a votar a cualquier candidato capaz de aglutinar votos.
¿No existe ninguna otra línea de fractura en el electorado argentino? ¿Han desaparecido realmente las izquierdas y derechas? ¿Nada queda de la vieja división entre peronismo y no-peronismo? El Coronel cree que estas interpretaciones son insuficientes y que el electorado tiene varias líneas de fractura, que las izquierdas y derechas están presentes (aunque se hayan redefinido en términos ideológicos) y que tanto la izquierda como la derecha tienen una porción (pensé en escribir mitad, pero no tengo idea si se dividen en mitades) cercana al peronismo y otra que no traga cualquier cosa que huela a tal cosa. Incluso el electorado porteño, que hoy parece fervientemente macrista, si se lo mira en detalle (tal como hace El Criador aquí, aquí y aquí), presenta diferencias sustantivas en su interior.
Con esto, el Coronel quiere decir que las identidades políticas tradicionales, por más golpeadas (y cambiadas) que se encuentren, no han desaparecido y consecuentemente siguen siendo elementos claves para predecir el comportamiento electoral. ¿Un votante progresista estaría dispuesto a votar a Puerta, que es Menem, con tal de no votar a Cristina? Nooooo. ¿Y un votante peronista estaría dispuesto a...? Podría seguir con los cruces, pero al Coronel le interesa detenerse en la explicación: no es el feeling de Cristina, a la que los afiches no la benefician mucho, o de cualquier otro candidato lo que condiciona los traspasos, sino el posicionamiento ideológico de las partes que componen el electorado argentino.
Nueva política. La reunión en Potrero de Funes pocos días atrás para sellar la conformación del Grupo Mausoleo no parece ser la mejor fotografía para atraer votos: para incendiar la eventual candidatura de Ramón Puerta el gobierno no necesita recurrir a ningún carpetazo, sino sólo hacer saber a todo el mundo quiénes se esconden detrás del misionero. Quizás no haya nada bajo el sol que podamos denominar como nueva política, pero eso no significa que lo contrario sea cierto. Con la crisis del 2001/02 hicieron erupción una serie de demandas vinculadas a la transparencia y a la (indefinible) nueva política con las que ni los hermanos Menem ni los hermanos Rodríguez Saá nin ninguno los demás asistentes al cónclave puntano está en línea. Quizás los Kirchner estén a años luz de ser la nueva política, pero el Grupo Mausoleo está aun más lejos.
En estos días leí (no recuerdo dónde) que los operadores de este encuentro piensan que Carrió, Lavagna y López Murphy no van a reunir juntos más del 40% de los votos, por lo cual el 60% restante se repartiría entre ellos y Cristina. Se me ocurre que no contaron que en ese eventual reparto quizás Cristina se quede con 50 y ellos sólo con 10.
Para cerrar, vuelvo al principio. ¿Hay posibilidad de segunda vuelta en octubre? Mmmm... El Coronel lo ve muy dificil, casi tanto como que siga nevando.
Tenía en mente postear una reflexión sobre el lugar que ha ocupado la palabra gestión en la política local en las últimas semanas, pero el compañero Zabalita posteo un interesante análisis sobre las oportunidades de coordinación estratégica entre los principales dirigentes opositores y he optado por dejar la gestión para mañana o pasado.
Cambio climático. No me refiero tanto a la impensada nevada del pasado lunes, como a la radical modificación del clima político que se generó en las últimas semanas. En un puñado de semanas cualquier observador pudo observar cómo muchos dejaron de hablar de la Hegemonía K para empezar a pintar una eventual derrota kirchnerista en las elecciones de octubre como algo que está al alcance de la mano; parece que pasaron siglos de los días en que Carrió comparaba a Kirchner con Ceauşescu.
¿Qué pasó en el medio? A.) Macri ganó en la Capital, a lo que se sumaron las derrotas kirchneristas en Neuquén y Tierra del Fuego, que aunque hicieron su aporte, no hubieran tenido impacto alguno sin la victoria macrista. B.) Estallaron sucesivos escándalos de corrupción, como este, este, este, de abuso de poder como este, y algún otro que me esté olvidando (o no me haya enterado). C.) La crisis energética llegó a un punto sin retorno, donde todo el mundo está al tanto de la situación, por lo cual evitar la palabra crisis sirve de poco y echarle la culpa a la perfidia empresaria es no sólo inverosimil sino (más importante aun) inútil.
Ahora bien, ¿la acumulación de tropiezos invitan a pensar en una derrota kirchnerista? Bueno, esto es poco probable, porque la sensación parece más el producto del micro-clima opositor, perceptible si uno camina por las calles de Recoleta, Palermo y demás barrios de gente bien, convenientemente estimulado por las portadas de un sector de la prensa que desde que pasó esto tiene ganas de cobrársela, que por una percepción difundida a lo largo de todo el electorado.
Unión Democrática. En su posteo, Zabalita discute las posibilidades de coordinación estratégica en términos de acción racional, sin embargo deja picando un segundo elemento: el supuesto del que parten numerosos operadores (y analistas) es que el voto en octubre se articula alrededor del clivaje gobierno-oposición y que, por lo tanto, aquellos que no voten al gobierno están dispuestos a votar a cualquier candidato capaz de aglutinar votos.
¿No existe ninguna otra línea de fractura en el electorado argentino? ¿Han desaparecido realmente las izquierdas y derechas? ¿Nada queda de la vieja división entre peronismo y no-peronismo? El Coronel cree que estas interpretaciones son insuficientes y que el electorado tiene varias líneas de fractura, que las izquierdas y derechas están presentes (aunque se hayan redefinido en términos ideológicos) y que tanto la izquierda como la derecha tienen una porción (pensé en escribir mitad, pero no tengo idea si se dividen en mitades) cercana al peronismo y otra que no traga cualquier cosa que huela a tal cosa. Incluso el electorado porteño, que hoy parece fervientemente macrista, si se lo mira en detalle (tal como hace El Criador aquí, aquí y aquí), presenta diferencias sustantivas en su interior.
Con esto, el Coronel quiere decir que las identidades políticas tradicionales, por más golpeadas (y cambiadas) que se encuentren, no han desaparecido y consecuentemente siguen siendo elementos claves para predecir el comportamiento electoral. ¿Un votante progresista estaría dispuesto a votar a Puerta, que es Menem, con tal de no votar a Cristina? Nooooo. ¿Y un votante peronista estaría dispuesto a...? Podría seguir con los cruces, pero al Coronel le interesa detenerse en la explicación: no es el feeling de Cristina, a la que los afiches no la benefician mucho, o de cualquier otro candidato lo que condiciona los traspasos, sino el posicionamiento ideológico de las partes que componen el electorado argentino.
Nueva política. La reunión en Potrero de Funes pocos días atrás para sellar la conformación del Grupo Mausoleo no parece ser la mejor fotografía para atraer votos: para incendiar la eventual candidatura de Ramón Puerta el gobierno no necesita recurrir a ningún carpetazo, sino sólo hacer saber a todo el mundo quiénes se esconden detrás del misionero. Quizás no haya nada bajo el sol que podamos denominar como nueva política, pero eso no significa que lo contrario sea cierto. Con la crisis del 2001/02 hicieron erupción una serie de demandas vinculadas a la transparencia y a la (indefinible) nueva política con las que ni los hermanos Menem ni los hermanos Rodríguez Saá nin ninguno los demás asistentes al cónclave puntano está en línea. Quizás los Kirchner estén a años luz de ser la nueva política, pero el Grupo Mausoleo está aun más lejos.
En estos días leí (no recuerdo dónde) que los operadores de este encuentro piensan que Carrió, Lavagna y López Murphy no van a reunir juntos más del 40% de los votos, por lo cual el 60% restante se repartiría entre ellos y Cristina. Se me ocurre que no contaron que en ese eventual reparto quizás Cristina se quede con 50 y ellos sólo con 10.
Para cerrar, vuelvo al principio. ¿Hay posibilidad de segunda vuelta en octubre? Mmmm... El Coronel lo ve muy dificil, casi tanto como que siga nevando.
4 comentarios:
Puntualmente, existen dos caminos para que suceda un ballotage en las elecciones de octubre:
A) que Cristina (hoy parada en un piso de intención de 40%) crezca con campaña y aparato menos de 5 puntos y que cualquiera de los otros se cargue unos 25 puntos por sobre los 10 que dicen tener.
B) Que Cristina (hoy parada en un piso de intención de 40%) descienda 1 punto respecto de su intención actual pese a la campaña, la billetera y el aparato.
La pregunta que surge entonces es esta ¿en qué se diferencia Moreno con su estrategia frente a la crisis energética y quienes apuestan a un ballotage en Octubre? En nada, son dos personas que apostaron todo y esperan que Dios y la Virgen les guiñen un ojo (quizàs por las personas de las que hablamos no sean precisamente Dios y la Virgen sino "Gárgamel Asrael y los pitufos".
PS. Larga vida a los blogs que hablan de frente.
Rufus: Gracias por el apoyo. Desde esta tribuna seguiremos diciendo las cosas de frente.
El Tribuno se vendió al barrio de Lanús, el barrio que lo vio crecer. Ya no vino nunca más,
por el bar de Fabián y se olvido de pelearse los domingos en la cancha.
El Tribuno ya no es igual, ya no es igual----
Menos mal que no seguiste, decirle que es un vigilante de la federal no sólo puede ser un agravio sino ahota también una situación laboral inestable, no sabe si va a seguir trabajando con un "anibal fernandez" o con Mauricio... feo dilema
Por el barrio dicen que Zabalita se dejo crecer el bigote.
Y ya no vino nunca más...
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