El Coronel no suele escribir en primera persona, pero esta vez lo hará. Y tomando el riesgo de sonar snob, va a empezar con una oración jugada: Días atrás caminaba por Manhattan y pensaba en Woody Allen. En realidad, en todo momento pensaba en Woody Allen.
Mientras recorría sus calles tenía múltiples sensaciones. La primera era que por esas calles había caminado miles de veces, a pesar de ser la primera vez que ponía un pie en la Gran Manzana. Y entendí que tenía esa sensación porque había vivido las mil vidas que Mr. Allen me contó durante años. Porque Mr. Allen, como los novelistas rusos, es un gran contador de historias. Algunas pequeñas, otras ni siquiera eso, mínimas, pero todas cercanas, muy cercanas, porque tocan las más sensibles fibras de la existencia. Sin saberlo, yo había sido un rabino ciego feliz por el matrimonio de su hija, y había sido un director angustiado al borde del suicidio, y había sido Hannah, y había sido también sus hermanas, y había sido tantos otros personajes.
La segunda sensación era que su existencia como urbe no podía ser separada de su poeta. Roma no sería Roma sin Virgilio, de la misma forma que Manhattan no serían Manhattan sin Woody Allen. Una primer mirada nos muestra una urbe como muchas otras, porque es una ciudad que no se destaca por un estilo arquitectónico único, ni por su exotismo cultural, ni por nada más. Es grande y por grande diversa; es rica y por rica llena de vida. Se destaca en realidad porque, aunque no lo notemos, en nuestra conciencia resuena su versión sublimada, que ya no podrá nunca despegarse de la real. El Indio en un verso que va a sobrevivir a la vorágine de los tiempos y al fin del mundo dice: Siempre fui menos que mi reputación. Lo que el Indio no dice es que ambas son inseparables, porque una existe en la otra, porque fueron soldadas por el poeta eterno.
Nota del autor: Este texto algo desordenado surgió a la luz de leer, una vez más, un viejo post de mi amiga Lucibel. Espero que no se ofenda que haya robado estas líneas.
Mientras recorría sus calles tenía múltiples sensaciones. La primera era que por esas calles había caminado miles de veces, a pesar de ser la primera vez que ponía un pie en la Gran Manzana. Y entendí que tenía esa sensación porque había vivido las mil vidas que Mr. Allen me contó durante años. Porque Mr. Allen, como los novelistas rusos, es un gran contador de historias. Algunas pequeñas, otras ni siquiera eso, mínimas, pero todas cercanas, muy cercanas, porque tocan las más sensibles fibras de la existencia. Sin saberlo, yo había sido un rabino ciego feliz por el matrimonio de su hija, y había sido un director angustiado al borde del suicidio, y había sido Hannah, y había sido también sus hermanas, y había sido tantos otros personajes.
La segunda sensación era que su existencia como urbe no podía ser separada de su poeta. Roma no sería Roma sin Virgilio, de la misma forma que Manhattan no serían Manhattan sin Woody Allen. Una primer mirada nos muestra una urbe como muchas otras, porque es una ciudad que no se destaca por un estilo arquitectónico único, ni por su exotismo cultural, ni por nada más. Es grande y por grande diversa; es rica y por rica llena de vida. Se destaca en realidad porque, aunque no lo notemos, en nuestra conciencia resuena su versión sublimada, que ya no podrá nunca despegarse de la real. El Indio en un verso que va a sobrevivir a la vorágine de los tiempos y al fin del mundo dice: Siempre fui menos que mi reputación. Lo que el Indio no dice es que ambas son inseparables, porque una existe en la otra, porque fueron soldadas por el poeta eterno.
Nota del autor: Este texto algo desordenado surgió a la luz de leer, una vez más, un viejo post de mi amiga Lucibel. Espero que no se ofenda que haya robado estas líneas.
1 comentario:
Me gustó este eh! Celebro la primera visita a la Gran Manzana. Espero hayas tenido tiempo para ver mucho de la misma. A riesgo de sonar Snob diría que si no fuera Buenos Aires, NY uno de las otros dos ciudades en el mundo donde elegiría vivir. La otra es Londres (mi opción después de Buenos Aires).
Pero NY tiene (como mis otras dos opciones) un encanto especial que Woody transmite muy bien en sus películas.
Celebro la visita y espero puedas repetirla en breve.
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