Dudamos en sí valía la pena postear algo sobre la polémica alrededor de las retenciones. Por un rato pensé que mejor era esperar a que el temporal amaine, para ver más claro el asunto, pero vamos a meter los pies en el barro.
Últimamente ando algo perdido,
me han vencido viejos fantasmas,
nuevas rutinas.
Muñeca. De un tiempo a esta parte, diría desde hace ya un año, el gobierno aparece falto de timing, cometiendo una torpeza tras otras, con fallas evidentes en el armado político. No vamos a ponernos a historiar el tema. Pero sí decir otra vez que, con total independencia sobre el acierto de las políticas, el gobierno falla en la construcción de la coalición política en la cuál las políticas deben estar sustentadas.
Analizando las reformas pro-mercado de los años '90, Etchemendy dice que El gobierno [menemista] dio forma a coaliciones específicas para el diseño e implementación de cada política y eligió impulsar la reforma en distintos grados según el área, de acuerdo con la fuerza de los diversos contendientes de poder. Tanto la última parte del gobierno de Néstor, como el comienzo del gobierno de Cristina parecen fallar, precisamente, en su capacidad para articular coaliciones reformistas, pactando con algunos sectores, para aislar la resistencia de los otros.
En términos concreto, creemos (y ya lo hemos dicho) que reunir en el mismo frente, por mérito propio, a Grobocopatel y a pequeños productores es un error de proporciones astronómicas, porque no sólo es injusto, sino que además es torpe. Los grandes productores ahora están confortablemente escondidos detrás de los pequeños y medianos productores, esperando para capitalizar los eventuales réditos de la protesta, sin ponerle el cuerpo a los costos. No hace falta haber leído a Olson para entender cómo opera la lógica del free rider.
Y en cada esquina acecha un ratero
para robarme las alhajas, los recuerdos,
las felicidades.
Piquetes de la abundancia. Ahora bien, a la torpeza de un lado se contrapone la mezquindad de los otros. Ese discurso de defendamos al campo, o también de mire al punto al que hemos llegado , que de cada dos camiones de soja por ejemplo, uno es para el estado como dicen acá es toda una hijaputez cuando uno enmarca las medidas en su realidad específica.
En términos de políticas, y siendo esquemáticos, uno puede afirmar que las retenciones tienen fines fiscales y extra-fiscales. Del lado de los fines fiscales, las retenciones vienen a sostener el superávit público, lo cual aplaca las preocupaciones que algunos manifestaban sobre el asunto; a la derecha le gusta el superávit pero no que lo paguen los ricos. Del lado de los fines extra-fiscales, las retenciones vienen a aportar tanto en materia inflacionaria, absorviendo divisas que van derechito a un mercado inmobiliario muy activo; como en materia de freno a la pobreza, al contener el precio de la canasta básica.
Ahora, todos aquellos que piden la desaparición de las retenciones deberían saber (en realidad, saben muy bien) que tal decisión implicaría, de un plumazo, mandar a cientos de miles de personas bajo la línea de pobreza. Y todos los que ayer fueron ayer a la Plaza de Mayo o cacerolearon en la esquina de Santa Fe y Anchorena están pidiendo eso, ni más ni menos que eso. Si les parece que ese es un costo menor para poder cambiar la 4x4 o el Audi más seguido, que al menos lo digan de frente, con todas las letras.
Y la vida me parece una fiesta
a la que nadie
se ha molestado en invitarme.
Lo que se juega. Sin embargo, el punto clave de la medida es el espacio donde se cruza lo fiscal y lo extra-fiscal; o mejor dicho, donde se decide quién carga con los gastos del Estado. La puja por las retenciones no es otra cosa que, como dicen acá, una disputa por quién se queda con rentas extraordinarias, que nada tienen que ver con eventuales mayores niveles de productividad de los hombres del campo, sino con factores exógenos.
Uno dirá: ¿qué tiene de malo que sean extraordinarias? Bueno, la respuesta está muy ligada al tipo de sociedad en que deseamos vivir. En alguna medida, lo que está en juego es la capacidad real del Estado para primar sobre un puñado de productores concentrados, que controlan el mercado sojero; según dicen acá, el 3,8% de las explotaciones controla el 60% de la producción. Y el tema no es menor cuando las perspectivas indican que, dado el proceso de transformación que viven las economías china e india, este será un escenario de largo aliento: creciente demanda de alimentos, precios altos y tipo de cambio competitivo. En el largo plazo, los productores rurales no tienen oportunidad de ganar; sólo de negociar el margen de las retenciones y eventuales programas de obra pública dirigidos a solucionar problemas en el sector.
Han de venir tiempos mejores,
cometeré más errores, daré menos explicaciones,
y haré nuevas canciones
Salida. El desafío de la hora es alcanzar un acuerdo con los ruralistas. ¿Un acuerdo es signo de debilidad? Puede que sí, puede que no. Aquí creemos que el acuerdo (como todo acuerdo) exige concesiones de ambas partes, pero el gobierno debe hacerlo legitimando el rol del Estado por sobre la economía y los actores económicos. En cualquier caso, este ascenso a los extremos no parece ser ni una muestra de autoridad, ni menos aún un esfuerzo para acercar posiciones.
A todo esto, ¿seremos filo-kirchneristas? No creo. Honestamente, no lo creo. Pero pasa que algunas posturas son, por decirlo de alguna forma, difíciles de defender.
[Los versos, acá]
Últimamente ando algo perdido,
me han vencido viejos fantasmas,
nuevas rutinas.
Muñeca. De un tiempo a esta parte, diría desde hace ya un año, el gobierno aparece falto de timing, cometiendo una torpeza tras otras, con fallas evidentes en el armado político. No vamos a ponernos a historiar el tema. Pero sí decir otra vez que, con total independencia sobre el acierto de las políticas, el gobierno falla en la construcción de la coalición política en la cuál las políticas deben estar sustentadas.
Analizando las reformas pro-mercado de los años '90, Etchemendy dice que El gobierno [menemista] dio forma a coaliciones específicas para el diseño e implementación de cada política y eligió impulsar la reforma en distintos grados según el área, de acuerdo con la fuerza de los diversos contendientes de poder. Tanto la última parte del gobierno de Néstor, como el comienzo del gobierno de Cristina parecen fallar, precisamente, en su capacidad para articular coaliciones reformistas, pactando con algunos sectores, para aislar la resistencia de los otros.
En términos concreto, creemos (y ya lo hemos dicho) que reunir en el mismo frente, por mérito propio, a Grobocopatel y a pequeños productores es un error de proporciones astronómicas, porque no sólo es injusto, sino que además es torpe. Los grandes productores ahora están confortablemente escondidos detrás de los pequeños y medianos productores, esperando para capitalizar los eventuales réditos de la protesta, sin ponerle el cuerpo a los costos. No hace falta haber leído a Olson para entender cómo opera la lógica del free rider.
Y en cada esquina acecha un ratero
para robarme las alhajas, los recuerdos,
las felicidades.
Piquetes de la abundancia. Ahora bien, a la torpeza de un lado se contrapone la mezquindad de los otros. Ese discurso de defendamos al campo, o también de mire al punto al que hemos llegado , que de cada dos camiones de soja por ejemplo, uno es para el estado como dicen acá es toda una hijaputez cuando uno enmarca las medidas en su realidad específica.
En términos de políticas, y siendo esquemáticos, uno puede afirmar que las retenciones tienen fines fiscales y extra-fiscales. Del lado de los fines fiscales, las retenciones vienen a sostener el superávit público, lo cual aplaca las preocupaciones que algunos manifestaban sobre el asunto; a la derecha le gusta el superávit pero no que lo paguen los ricos. Del lado de los fines extra-fiscales, las retenciones vienen a aportar tanto en materia inflacionaria, absorviendo divisas que van derechito a un mercado inmobiliario muy activo; como en materia de freno a la pobreza, al contener el precio de la canasta básica.
Ahora, todos aquellos que piden la desaparición de las retenciones deberían saber (en realidad, saben muy bien) que tal decisión implicaría, de un plumazo, mandar a cientos de miles de personas bajo la línea de pobreza. Y todos los que ayer fueron ayer a la Plaza de Mayo o cacerolearon en la esquina de Santa Fe y Anchorena están pidiendo eso, ni más ni menos que eso. Si les parece que ese es un costo menor para poder cambiar la 4x4 o el Audi más seguido, que al menos lo digan de frente, con todas las letras.
Y la vida me parece una fiesta
a la que nadie
se ha molestado en invitarme.
Lo que se juega. Sin embargo, el punto clave de la medida es el espacio donde se cruza lo fiscal y lo extra-fiscal; o mejor dicho, donde se decide quién carga con los gastos del Estado. La puja por las retenciones no es otra cosa que, como dicen acá, una disputa por quién se queda con rentas extraordinarias, que nada tienen que ver con eventuales mayores niveles de productividad de los hombres del campo, sino con factores exógenos.
Uno dirá: ¿qué tiene de malo que sean extraordinarias? Bueno, la respuesta está muy ligada al tipo de sociedad en que deseamos vivir. En alguna medida, lo que está en juego es la capacidad real del Estado para primar sobre un puñado de productores concentrados, que controlan el mercado sojero; según dicen acá, el 3,8% de las explotaciones controla el 60% de la producción. Y el tema no es menor cuando las perspectivas indican que, dado el proceso de transformación que viven las economías china e india, este será un escenario de largo aliento: creciente demanda de alimentos, precios altos y tipo de cambio competitivo. En el largo plazo, los productores rurales no tienen oportunidad de ganar; sólo de negociar el margen de las retenciones y eventuales programas de obra pública dirigidos a solucionar problemas en el sector.
Han de venir tiempos mejores,
cometeré más errores, daré menos explicaciones,
y haré nuevas canciones
Salida. El desafío de la hora es alcanzar un acuerdo con los ruralistas. ¿Un acuerdo es signo de debilidad? Puede que sí, puede que no. Aquí creemos que el acuerdo (como todo acuerdo) exige concesiones de ambas partes, pero el gobierno debe hacerlo legitimando el rol del Estado por sobre la economía y los actores económicos. En cualquier caso, este ascenso a los extremos no parece ser ni una muestra de autoridad, ni menos aún un esfuerzo para acercar posiciones.
A todo esto, ¿seremos filo-kirchneristas? No creo. Honestamente, no lo creo. Pero pasa que algunas posturas son, por decirlo de alguna forma, difíciles de defender.
[Los versos, acá]
2 comentarios:
Si te volvés K, me está gustando más mi pseudo-predicción de realineamiento (http://elcriadordegorilas.blogspot.com/2008/03/what-if.html).
No me voy a volver K, no se asuste. Pasa que su predicción creo que explica alianzas tácticas, coyunturales, no un realineamiento masivo.
(no hay necesidad de copiar el link, ese posteo ya lo vimos o anoche u hoy por la mañana, ya no recuerdo; pasa que no dejamos comentarios)
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