El Coronel invoca lo que el denomina el "sólido argumento de Murillo" que parece no cumplirse en la reciente negociación salarial [...] El argumento me cierra en la teoría, pero en la práctica lo he tratado de aplicar a las paritarias de los últimos tres años y veo que hace agua.
Algunos días atrás, mi buen amigo Zabalita respondió a un posteo de hace unos veinte días sobre las negociaciones salariales en marcha. Y su crítica se dirige, básicamente, a la posible inutilidad del conocido argumento de Murillo para analizar el caso actual. El contrapunto, como todo debate, tiene puntos interesantes y vale la pena prestarle atención.
El argumento de Murillo es sólido, pero no está cortado en el vacío. Un poco más abajo de la frase citada (y prolijamente descontextualizada) se dice: ¿Por qué Moyano dejaría correrse por izquierda? ¿Por qué no plantarse firme en un reclamo maximalista (digamos, un 30%) y consolidar su posición sindical? Quizás, para usar los términos de Tsebelis, estemos ante un juego anidado (nested game).
Precisamente, parte del argumento usado para discutir mi post recurre a mi propio razonamiento: existen "pagos laterales", dice Zabalita citando a Etchemendy; o "juegos anidados", digo yo citando a Tsebelis. Sin entrar en el laberinto teórico que sería establecer las diferencias y matices que implican tales términos, la idea es que las negociaciones no son una puja para alcanzar un "número" (en este caso, aumentos del 19.5%), sino que la discusión salarial es más compleja e implica pagos en otras especies (diría Zabalita) o, directamente, varias partidas superpuestas, donde la negociación en marcha es sólo uno de los tableros en los cuales se juega (diría yo). Matices a un lado, en buena medida hay un acuerdo implícito en este punto.
Pero Zabalita tiene un buen punto cuando dice: Y por otro lado, nadie lo quiere correr por izquierda. El hecho que ni los "gordos" fueran al asado de Luis Barrionuevo en Mar del Plata, es una prueba de que ningún sindicato de la CGT quiere romper lanzas con el gobierno. Hete aquí la auténtica perla de su crítica.
Parece que la pregunta a la que no responde Murillo no es tanto el inexplicado comportamiento de Moyano, sino más bien la imprevista incapacidad de sus potenciales competidores internos para sacar partido del conservadurismo moyanista. Y aquí esbozo dos ideas que pueden servir para pulir el análisis.
a.) Reformas neoliberales. Los casos analizados por Murillo en su libro eran las relaciones entre sindicatos y gobierno en países donde gobiernos de tradiciones populistas e históricos lazos con el mundo sindical aplicaban reformas pro-mercado (neoliberales). Ante ese escenario, las opciones estratégicas de los líderes sindicales eran: a.) acompañar y, de ser posible, lograr algo a cambio; o b.) resistir y, de ser posible, detener las reformas. Sin embargo, hoy los sindicatos enfrentan un escenario por completo diferente, donde el gobierno ya no intenta llevar adelante una agenda reformista, sino que más bien gira en torno a una agenda intervencionista, heterodoxa, en no pocos puntos cercana a la visión que los sindicalistas tienen de la política económica.
b.) Punto de fuga. La opción rupturista requiere alguna vía de salida. Sin embargo, en el escenario actual, no hay socios disponibles a la izquierda del gobierno, como en otro momento pudieron ser los desprendimientos por izquierda del propio partido populista (PRD, Frepaso, etc). Recuperando una vez más el argumento de Hirschman, las opciones de voz y salida se alimentan mutuamente: en la medida que la salida no es posible, las presiones se canalizan por medio de la voz. En este caso, la disidencia sindical, al ver sustantivamente reducido su margen de ruptura, debe jugar la pelea interna buscando el centro, peleando por el calor del beneplácito oficial.
En suma, sigo pensando que el argumento de Murillo es sólido, quizás Zabalita no haya tenido la sutileza para percibir sus eventuales matices. Pero no creo (ni tampoco creía antes) que el argumento de Murillo sea correcto sin más en todo contexto, sino por el contrario creo que, en la medida que sus supuestos (reformas neoliberales, vías de escape) son modificados, sus implicancias deben ser reevaluadas. El posteo inicial, del que ya casi nos olvidamos, no fue una defensa de Murillo, por el puro hábito del debate teórico, sino que por el contrario intentó recurrir a ella para discutir desde ese punto la estrategia política de los sindicatos; y, recurriendo a Tsebelis, responder a los silencios, las ausencias y, quizás, las insuficiencias de las conclusiones de Murillo.
Ah, me olvidaba. Sobre la chicana del final no hay comentarios.
[La foto, acá]
Algunos días atrás, mi buen amigo Zabalita respondió a un posteo de hace unos veinte días sobre las negociaciones salariales en marcha. Y su crítica se dirige, básicamente, a la posible inutilidad del conocido argumento de Murillo para analizar el caso actual. El contrapunto, como todo debate, tiene puntos interesantes y vale la pena prestarle atención.
El argumento de Murillo es sólido, pero no está cortado en el vacío. Un poco más abajo de la frase citada (y prolijamente descontextualizada) se dice: ¿Por qué Moyano dejaría correrse por izquierda? ¿Por qué no plantarse firme en un reclamo maximalista (digamos, un 30%) y consolidar su posición sindical? Quizás, para usar los términos de Tsebelis, estemos ante un juego anidado (nested game).
Precisamente, parte del argumento usado para discutir mi post recurre a mi propio razonamiento: existen "pagos laterales", dice Zabalita citando a Etchemendy; o "juegos anidados", digo yo citando a Tsebelis. Sin entrar en el laberinto teórico que sería establecer las diferencias y matices que implican tales términos, la idea es que las negociaciones no son una puja para alcanzar un "número" (en este caso, aumentos del 19.5%), sino que la discusión salarial es más compleja e implica pagos en otras especies (diría Zabalita) o, directamente, varias partidas superpuestas, donde la negociación en marcha es sólo uno de los tableros en los cuales se juega (diría yo). Matices a un lado, en buena medida hay un acuerdo implícito en este punto.
Pero Zabalita tiene un buen punto cuando dice: Y por otro lado, nadie lo quiere correr por izquierda. El hecho que ni los "gordos" fueran al asado de Luis Barrionuevo en Mar del Plata, es una prueba de que ningún sindicato de la CGT quiere romper lanzas con el gobierno. Hete aquí la auténtica perla de su crítica.
Parece que la pregunta a la que no responde Murillo no es tanto el inexplicado comportamiento de Moyano, sino más bien la imprevista incapacidad de sus potenciales competidores internos para sacar partido del conservadurismo moyanista. Y aquí esbozo dos ideas que pueden servir para pulir el análisis.
a.) Reformas neoliberales. Los casos analizados por Murillo en su libro eran las relaciones entre sindicatos y gobierno en países donde gobiernos de tradiciones populistas e históricos lazos con el mundo sindical aplicaban reformas pro-mercado (neoliberales). Ante ese escenario, las opciones estratégicas de los líderes sindicales eran: a.) acompañar y, de ser posible, lograr algo a cambio; o b.) resistir y, de ser posible, detener las reformas. Sin embargo, hoy los sindicatos enfrentan un escenario por completo diferente, donde el gobierno ya no intenta llevar adelante una agenda reformista, sino que más bien gira en torno a una agenda intervencionista, heterodoxa, en no pocos puntos cercana a la visión que los sindicalistas tienen de la política económica.
b.) Punto de fuga. La opción rupturista requiere alguna vía de salida. Sin embargo, en el escenario actual, no hay socios disponibles a la izquierda del gobierno, como en otro momento pudieron ser los desprendimientos por izquierda del propio partido populista (PRD, Frepaso, etc). Recuperando una vez más el argumento de Hirschman, las opciones de voz y salida se alimentan mutuamente: en la medida que la salida no es posible, las presiones se canalizan por medio de la voz. En este caso, la disidencia sindical, al ver sustantivamente reducido su margen de ruptura, debe jugar la pelea interna buscando el centro, peleando por el calor del beneplácito oficial.
En suma, sigo pensando que el argumento de Murillo es sólido, quizás Zabalita no haya tenido la sutileza para percibir sus eventuales matices. Pero no creo (ni tampoco creía antes) que el argumento de Murillo sea correcto sin más en todo contexto, sino por el contrario creo que, en la medida que sus supuestos (reformas neoliberales, vías de escape) son modificados, sus implicancias deben ser reevaluadas. El posteo inicial, del que ya casi nos olvidamos, no fue una defensa de Murillo, por el puro hábito del debate teórico, sino que por el contrario intentó recurrir a ella para discutir desde ese punto la estrategia política de los sindicatos; y, recurriendo a Tsebelis, responder a los silencios, las ausencias y, quizás, las insuficiencias de las conclusiones de Murillo.
Ah, me olvidaba. Sobre la chicana del final no hay comentarios.
[La foto, acá]
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