Semana de enfrentamientos, de rumores. Que se va, que se queda, que renuncia, que le dicen que se quede.
Moreno es tan odiado como temido. Por ese motivo, algunos han intentado interpretar la disputa como dos formas en conflicto de entender la estrategia económica; tal como se dice acá, nosotros tenemos muchas dudas que tenga auténticas implicancias económicas. El choque, que no dudamos que ha ocurrido y tampoco dudamos que se repetirá, se debe a cuestiones no económicas.
Los Kirchner han tenido tres ministros de Economía desde que Lavagna fue despedido a fines de 2005. Estos tres ministros han tenido perfiles y expectativas diferentes. Sin embargo, en la medida que intentaron modificar su rol en el gobierno, invariablemente chocaron con sus límites políticos. Peirano duró los pocos meses que separaron el escándalo de la bolsa del recambio gubernamental de diciembre pasado. Lousteau podría durar menos aún. Sin embargo, Felisa Miceli duró mucho más que sus sucesores y pudo hacerlo más aún si no hubiera sido, ay, porque a.) a un bombero se le ocurrió revisar el placard equivocado y b.) al devidismo pasarle el dato a Perfil para cobrarle a Alberto F. el escándalo Skanka.
¿Cuál fue la diferencia crucial para que unos duraran tan poco y otra tanto más? Miceli asumió muy bien su rol: defender ante la prensa, los mercados, los actores económicos, etc. etc. etc. decisiones que se tomaban en otro lugar. Nadie dudaba que el ministro de Economía era Kirchner y ella sólo un vocero, un escudero del gobierno en la materia.
Ensayando una hipótesis al respecto, es probable que exista cierta correlación entre los pergaminos de los ministros y sus pretensiones de autonomía política. Sin embargo, la autonomía política de un ministro no parece estar dada por sus antecedentes, sino más bien por el capital político acumulado o (muy especialmente en este gobierno) por su lealtad a la estructura radial del poder. En ese sentido, los ministros con mayores antecedentes tienen el inexorable destino de chocar con un gobierno que, al menos en esta fase de su desarrollo, reconoce un solo vértice, según la descripción de Ramble, al intentar ensayar líneas de acción propias.
La experiencia de Peirano no parece haber sido suficientemente ilustrativa para Lousteau. Quien lo suceda a este debe saber a qué atenerse desde el inicio. A menos que sólo agarre el cargo para ganar chicas. Vaya uno a saber.
Moreno es tan odiado como temido. Por ese motivo, algunos han intentado interpretar la disputa como dos formas en conflicto de entender la estrategia económica; tal como se dice acá, nosotros tenemos muchas dudas que tenga auténticas implicancias económicas. El choque, que no dudamos que ha ocurrido y tampoco dudamos que se repetirá, se debe a cuestiones no económicas.
Los Kirchner han tenido tres ministros de Economía desde que Lavagna fue despedido a fines de 2005. Estos tres ministros han tenido perfiles y expectativas diferentes. Sin embargo, en la medida que intentaron modificar su rol en el gobierno, invariablemente chocaron con sus límites políticos. Peirano duró los pocos meses que separaron el escándalo de la bolsa del recambio gubernamental de diciembre pasado. Lousteau podría durar menos aún. Sin embargo, Felisa Miceli duró mucho más que sus sucesores y pudo hacerlo más aún si no hubiera sido, ay, porque a.) a un bombero se le ocurrió revisar el placard equivocado y b.) al devidismo pasarle el dato a Perfil para cobrarle a Alberto F. el escándalo Skanka.
¿Cuál fue la diferencia crucial para que unos duraran tan poco y otra tanto más? Miceli asumió muy bien su rol: defender ante la prensa, los mercados, los actores económicos, etc. etc. etc. decisiones que se tomaban en otro lugar. Nadie dudaba que el ministro de Economía era Kirchner y ella sólo un vocero, un escudero del gobierno en la materia.
Ensayando una hipótesis al respecto, es probable que exista cierta correlación entre los pergaminos de los ministros y sus pretensiones de autonomía política. Sin embargo, la autonomía política de un ministro no parece estar dada por sus antecedentes, sino más bien por el capital político acumulado o (muy especialmente en este gobierno) por su lealtad a la estructura radial del poder. En ese sentido, los ministros con mayores antecedentes tienen el inexorable destino de chocar con un gobierno que, al menos en esta fase de su desarrollo, reconoce un solo vértice, según la descripción de Ramble, al intentar ensayar líneas de acción propias.
La experiencia de Peirano no parece haber sido suficientemente ilustrativa para Lousteau. Quien lo suceda a este debe saber a qué atenerse desde el inicio. A menos que sólo agarre el cargo para ganar chicas. Vaya uno a saber.
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