domingo, febrero 24, 2008

Cuba, Washington y las primarias



Desde el inicio aquí dijimos que las primarias demócratas serían una competencia entre dos: Edwards era un candidato lavado, vaciado por izquierda (Obama) y por derecha (Hillary), sin oportunidades; los otros importaban menos aún. Sin embargo, no esperamos en ningún momento llegar a un escenario así, en el que todo indica que la fórmula presidencial se decidirá en la Convención demócrata (donde los superdelegados parecen estar abandonando a Hillary), con el riesgoso desgaste que eso implicará para quien, al final, sea el candidato. Precisamente, ese ha sido el máximo logro de la contienda del lado republicano: tras un enero intenso, uno a uno, los candidatos se fueron retirando hasta dejar a McCain con la virtual nominación; sólo Huckabee, sin chances reales, sigue parado en el ring.

El debate demócrata en Austin, Texas, algúnos días atrás introdujo la "cuestión Cuba" por sorpresa. La sorpresa no fue por supuesto debatir sobre Cuba y la política estadounidense hacia la isla, sino el giro propuesto por Obama sobre el asunto, cuando se le preguntó por las críticas que años atrás había hecho al embargo: "El hecho es que durante toda mi vida y durante toda la de la senadora Clinton, hemos visto a Cuba aislada, pero no se lograron éxitos en lo que se refiere a las cuestiones de los derechos políticos y las libertades individuales tan importantes para los cubanos", subrayó Obama [...] "Por tanto, tenemos que cambiar la política y creo que nuestro objetivo final es la normalización" (fuente, acá).

Pocos asuntos de la política exterior estadounidense han estado tan influenciados por las preferencias intensas de un reducido y concentrado electorado. El voto cubano-americano de Florida ha sido cuidadosamente cortejado por republicanos y demócratas haciendo gala de una línea dura respecto del régimen cubano, intentando ganar así el apoyo de un grupo que puede ser crucial en uno de los pocos estados competitivos en las elecciones presidenciales. Y, en esa dirección, pocas cosas debe haber lamentado Al Gore tanto en su vida como la resolución del llamado Caso Elian a fines de los '90; mientras que los latinos en conjunto son demócratas casi sin fisuras, el voto cubano-americano es el único grupo de esta comunidad que se mueve de uno a otro partido y en las elecciones de 2000 se volcaron por el candidato republicano.

La apuesta de Obama es, en consecuencia, una arriesgada jugada de armado electoral: formar una mayoría alternativa en un estado clave (Florida), intentando movilizar a las nuevas generaciones de latinos, menos atadas a los viejos resentimientos con el castrismo y más dispuestos a establecer nuevos lazos. Sin embargo, cuando Obama propone reducir las restricciones del embargo, cambiándo por ejemplo las reglas sobre el envío de remesas y sobre viajes a la isla, puede estarse jugando toda su carrera política. En el presidencialismo estadounidense el candidato derrotado no se transforma en el jefe de la oposición, como lo es Rajoy desde hace cuatro años, sino que implica su retiro político.

Una cosa es jugar esta ficha como un candidato marginal con las primarias lejos en el horizonte (teorema de Baglini); y otra muy diferente es hacerlo ahora, cuando Cuba es el tema de la semana tras el anuncio del retiro de Fidel, y con la nominación demócrata al alcance de la mano. Esto es estrategia, esto es hacer política.

[La caricatura, aquí]

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