viernes, junio 15, 2007

Se es lo que se es

Algunos somos lo que somos, pero hay otros que no conformes con eso, son lo que son y también lo que no. Un juego de palabras que resume lo que ayer por la mañana publicó Ámbito Financiero: Juan C. Blumberg, que hasta en sus tarjetas de presentación aparece como ingeniero, sólo habría hecho unos "cursos" en una universidad alemana que, por otro lado, hoy Página/12 sugiere que ni siquiera existe. Stop.

Como punto de partida debo hacer una confesión al lector: no puedo soportar al Sr. Blumberg y reconozco que todas sus desventuras políticas me arrancan una sonrisa, a veces menos, pero nunca menos que una mueca de satisfacción y cierto brillo en los ojos. Por supuesto, me solidarizo en su condición de víctima de un crimen horrible, pero no por ello debo compartir sus ideas, ni siquiera las que tienen que ver con el castigo de los asesinos de su hijo. Blumberg es un derechista incombustible, que no asume el respeto a los Derechos Humanos como una causa justa sino como un costo y que representa a las ideas más represivas en materia de delitos, vinculadas antes bien a la idea de suplicio que a la de castigo (sobre el punto, siempre es útil volver a Vigilar y Castigar, de M. Foucault). En sus palabras, en todo momento, se trasluce la idea del criminal como un ser irredimible, que no merece justicia, sino sólo sufrir todo el peso de la sanción, sentir en su propia carne todo el poder de la ley, que no es otra cosa que la venganza del soberano por el desafío a su autoridad.

Hoy el Sr. Blumberg (ya no, el Ing. Blumberg) vive las horas más difíciles en su joven (y, Dios quiera, efímera) carrera política. No obstante, antes de dar por muerto a quien aun pelea, quizás cabe un balance del affaire.

Credibilidad. A los ojos de mucha gente, Blumberg representaba un liderazgo social creible, por contraposición a la manchada clase política. Las (indudablemente) masivas movilizaciones de 2004 no fueron motivadas por banderas políticas, sino por demandas que aparecían a los ojos de la sociedad como peticiones ciudadanas ante el poder. A medida que sus demandas se iban clarificando, especificando, su aprobación pública se fue erosionando por muchos y variados motivos: la criminalidad fue reduciéndose al ritmo de la recuperación económica, el electorado de extrema-derecha es bien escaso, etc. Sin embargo, hasta aquí conservaba su credibilidad como referente social creible, honesto, sin pliegues. Las próximas semanas dirán si conserva ese capital que, hay que reconocerlo, es no sólo escaso sino más bien exótico en la política nacional.

Primero, ganar. Con la segunda vuelta a pasos de distancia, el macrismo parece querer desentenderse de la suerte del referente caido en desgracia; y la razón es simple: nada debe interferir en el camino hacia el gobierno municipal. Macri no saldrá a bancar a un candidato "trucho", que no puede explicar su título de ingeniero. Era una operación del Gobierno para perjudicarnos, pero Blumberg es indefendible, según reporta La Nación, habría declarado un hombre cercano al virtual Jefe de Gobierno. Ahora, la reflexión que surge de inmediato es que al macrismo no le importa que Blumberg recorra con frecuencia un discurso represivo, muy próximo al usado por la dictadura militar, ni que ponga en duda la vigencia de los Derechos Humanos. Si Macri pretende presentarse como un candidato de centro necesita, indefectiblemente, desprenderse de este "lastre", no obstante lo cual el motivo para deshacerse de él no es su discurso filo-fascista sino su falso título, no vaya a ser que sea piantavotos. Usté sabrá entender...

Ases en las mangas. La vocación de la banda kirchnerista para eludir el debate democrático y recurrir a las chicanas es notable. Después de la andanada de ataques de la semana pasada, parecía que en esta semana las aguas políticas se habían aquietado, pero no era otra cosa que la calma que antecede a las tormentas: tenían en la manga un as adicional. Que Blumberg sea o no ingeniero no parece ser un motivo sustantivo para votar o no por Macri en segunda vuelta, pero esta operación está en línea con lo visto en las legislativas de 2005 contra Enrique Olivera o en esta ocasión contra Jorge Telerman.

Parece que es cierto, se pierde el pelo pero no las mañas.

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