Cuando semanas atrás, el aun Jefe de Gobierno porteño decidió lanzar una consulta popular sobre el traspaso de la policía a la órbita de la ciudad, el oficialismo se le fue encima, acusándolo de oportunista. Hay que reconocerlo: tal acusación tenía asidero, porque de otra manera no se puede explicar tan repentino interés por consultar a la ciudadanía por un tema que duerme el sueño de los justos desde la Reforma del '94.
Ahora bien, o Filmus y toda la banda kirchnerista tienen una notable capacidad para reconocer sus errores y rectificarse (lo cual sería digno de elogio), o hay que creer que tienen múltiples estándares para juzgar las cosas, según el oportunismo sea propio o ajeno. De acuerdo a esta última lógica, convocar una consulta popular con tres meses de antelación sería más oportunista que presentar un proyecto de ley, en conferencia de prensa, con toda la pompa, entre la primera y la segunda vuelta electoral.
Ahora bien, oculta en el oportunismo está la trampa. Reproduzco unas líneas de La Nación, en las que se resume el proyecto:
La iniciativa del oficialismo pretende modificar la ley en tres aspectos:
a.) El Gobierno permite a la ciudad la competencia de seguridad urbana, aunque la seguridad federal permanece en manos del gobierno nacional.
b.) Se traspasan a la órbita porteña las estructuras de la Inspección General de Justicia "que sean innecesarias al Estado nacional y que la ciudad estime útiles". El convenio respectivo deberá suscribirse en un plazo de 120 días.
c.) Se incluye una cláusula transitoria que establece que el traspaso de "competencias, unidades organizativas con sus respectivos cargos, nivel de funciones ejecutivas, dotación de personal, patrimonio, bienes y créditos presupuestarios correspondientes" estará sujeto a "convenios" que celebren el Poder Ejecutivo y el futuro gobierno porteño. Esa cláusula es la que mayores suspicacias despierta en el macrismo, por cuanto si bien se concede a la ciudad el manejo de la seguridad urbana, no se garantiza el traspaso del personal, de la estructura ni de los recursos. Eso estaría sujeto a un convenio por celebrarse con el gobierno kirchnerista.
Dicen que un buen jugador de ajedrez es aquel que sabe evitar la trampa del corto plazo (léase, capturar una pieza fácil) y conservar las posiciones más solidas, que son las que aseguran la victoria.
El proyecto elevado por la banda kirchnerista es un vaciamiento de la norma disfrazado de satisfacción de la demanda, de igual forma que al reglamentar la tarea del Congreso ante los Decretos de Necesidad y Urgencia la norma fue disfrazada de mejora institucional. En realidad, cuando Macri asuma la Jefatura de Gobierno (digámoslo con todas las letras: salvo un cataclismo político implensable, y mal que me pese, será el ganador el segunda vuelta) va a encontrarse con una norma que, a una misma vez, simula transferencia de competencias pero no la realiza.
¿Cuál es el sentido de esta jugada? Todo parece indicar que es una combinación de oportunismo político-electoral mirando la segunda vuelta, pero también un farol que intenta mostrar al macrismo interés en sentarse a negociar. Una derrota en una consulta popular (hasta ahora sólo pospuesta) podría reducir el capital negociador del Ejecutivo nacional si, como algunas encuestas sugieren, los porteños votaran masivamente por el traspaso. A un mismo tiempo, permitiría a Macri articular un discurso autonomista en los meses de su luna de miel, en un momento poco oportuno, con las elecciones presidenciales y legislativas tan cerca.
Alguien puede decirme: nadie es tan tonto para caer tan fácilmente en la trampa. Yo le digo, no es que Macri sea tonto, pero cuando alguien está atrapado en esta lógica de partido vecinal, es poco probable que vea el tablero completo.
Ahora bien, o Filmus y toda la banda kirchnerista tienen una notable capacidad para reconocer sus errores y rectificarse (lo cual sería digno de elogio), o hay que creer que tienen múltiples estándares para juzgar las cosas, según el oportunismo sea propio o ajeno. De acuerdo a esta última lógica, convocar una consulta popular con tres meses de antelación sería más oportunista que presentar un proyecto de ley, en conferencia de prensa, con toda la pompa, entre la primera y la segunda vuelta electoral.
Ahora bien, oculta en el oportunismo está la trampa. Reproduzco unas líneas de La Nación, en las que se resume el proyecto:
La iniciativa del oficialismo pretende modificar la ley en tres aspectos:
a.) El Gobierno permite a la ciudad la competencia de seguridad urbana, aunque la seguridad federal permanece en manos del gobierno nacional.
b.) Se traspasan a la órbita porteña las estructuras de la Inspección General de Justicia "que sean innecesarias al Estado nacional y que la ciudad estime útiles". El convenio respectivo deberá suscribirse en un plazo de 120 días.
c.) Se incluye una cláusula transitoria que establece que el traspaso de "competencias, unidades organizativas con sus respectivos cargos, nivel de funciones ejecutivas, dotación de personal, patrimonio, bienes y créditos presupuestarios correspondientes" estará sujeto a "convenios" que celebren el Poder Ejecutivo y el futuro gobierno porteño. Esa cláusula es la que mayores suspicacias despierta en el macrismo, por cuanto si bien se concede a la ciudad el manejo de la seguridad urbana, no se garantiza el traspaso del personal, de la estructura ni de los recursos. Eso estaría sujeto a un convenio por celebrarse con el gobierno kirchnerista.
Dicen que un buen jugador de ajedrez es aquel que sabe evitar la trampa del corto plazo (léase, capturar una pieza fácil) y conservar las posiciones más solidas, que son las que aseguran la victoria.
El proyecto elevado por la banda kirchnerista es un vaciamiento de la norma disfrazado de satisfacción de la demanda, de igual forma que al reglamentar la tarea del Congreso ante los Decretos de Necesidad y Urgencia la norma fue disfrazada de mejora institucional. En realidad, cuando Macri asuma la Jefatura de Gobierno (digámoslo con todas las letras: salvo un cataclismo político implensable, y mal que me pese, será el ganador el segunda vuelta) va a encontrarse con una norma que, a una misma vez, simula transferencia de competencias pero no la realiza.
¿Cuál es el sentido de esta jugada? Todo parece indicar que es una combinación de oportunismo político-electoral mirando la segunda vuelta, pero también un farol que intenta mostrar al macrismo interés en sentarse a negociar. Una derrota en una consulta popular (hasta ahora sólo pospuesta) podría reducir el capital negociador del Ejecutivo nacional si, como algunas encuestas sugieren, los porteños votaran masivamente por el traspaso. A un mismo tiempo, permitiría a Macri articular un discurso autonomista en los meses de su luna de miel, en un momento poco oportuno, con las elecciones presidenciales y legislativas tan cerca.
Alguien puede decirme: nadie es tan tonto para caer tan fácilmente en la trampa. Yo le digo, no es que Macri sea tonto, pero cuando alguien está atrapado en esta lógica de partido vecinal, es poco probable que vea el tablero completo.
3 comentarios:
En campaña todo vale, no es cierto Ingeniero?
Espero comentarios sobre el 'ingenieron affair'
Zabalita: no desespere. Esta misma tarde va a tener un posteo, a la medida de lo que usted espera.
No obstante, quiero hacer notar que el tema me produce cierta incomodidad personal, porque, digamos, el título de "Coronel" tampoco lo obtuve en Westpoint.
Pues hay una diferencia, los grados militares se pueden obtener en el campo de batalla, y aunque no somos veteranos, algo de experiencia en las lizas tenemos.
Así que bien ganados nuestros justos títulos.
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