El anuncio del gabinete, finalmente, cerró todas las
especulaciones sobre quién se queda y quién se va. Y los nombres que presentó ayer en sociedad Alberto F. enfatizan lo que venimos diciendo hace rato: no existen
gabinetes de estrellas, diga lo que diga Héctor Icazuriaga; ni tampoco, como decíamos
acá, es sencillo ser el cambio en la continuidad, cuando tu electorado reclama más continuidad que nuevos rumbos.
ElencosAhora bien, cabe hacer un alto para analizar la cuestión. Un gabinete casi idéntico al anterior, en especial si descontamos las salidas por desplazamientos a cargos legislativos (Ginés, Filmus), es un signo de indudable continuidad. Es decir, todas caras conocidas, a las que se suman un par de nombres que vienen de la gestión de Solá en la provincia y el
desconocido que nunca falta. ¿Un signo de debilidad, tal como dice
Zabalita? Creo que más que hablar de debilidad habría que ver los constreñimientos normales de la política: suponer que un dirigente político, incluso cuando se trate del presidente de la Nación, tiene total libertad de maniobra puede ser un error de apreciación. Y, en este caso, la elección presidencial concluyó con la reelección de una coalición política exitosa. ¿Por qué hacer demasiados cambios en el elenco? Algo de "debilidad" hay, pero también mucho de sabiduría de mecánico: no se arregla lo que no está roto.
Por mi parte creo que sí "algo" está roto: las innumerables operaciones cruzadas lanzadas entre
albertistas y
devidistas durante todo el presente año son muestra de que hay más que "diferencias de criterio" entre miembros de un mismo equipo. Sin embargo, el momento en que todos esos choques estallaron no es casual: pretendían inclinar la balanza intra-gobierno de cara a un nuevo período. Confirmados todos en sus puestos, surge un nuevo horizonte temporal para los protagonistas y buenos motivos para relegar los choques en beneficio de eventuales vínculos de cooperación. Veremos qué depara el futuro: si es una extensión e intensificación de estos conflictos y si CFK no sabe cerrarlos a tiempo, magra suerte le espera a su gestión.
AgendaNo obstante, cambio y continuidad pueden enlazarse en la agenda política, porque no hay necesidad de cargarse a todo el elenco cada vez que se decide un cambio de política. Viejo proceder del stalinismo...
Pocos días después de la elección, una interesante
columna de Novaro y Bonvecchi ponía el acento sobre la composición de la coalición política del kirchnerismo. Más allá de que, como
Ramble, creemos que los sueños transversales se acabaron en las elecciones legislativas de 2005, quizás también un poco antes, creo que aporta una clara descripción del anclaje social del gobierno y, porqué no, de la agenda política del próximo periodo
in office.
Si el Coronel tuviera que hacerle la agenda política a Cris, le diría que gire decididamente a la izquierda. No estoy proponiendo ningún
setentismo, sea lo que sea que eso signifique, sino terminar con los intentos de seducción de las clases medias urbanas (que después te pagan con
esta moneda) y dar un paso al frente en políticas progresistas consistentes. Y giro a la izquierda significa, por ejemplo, avanzar en la demoradísima reforma fiscal, para incrementar su progresividad; o también, suprimir la inmensa masa de subsidios a los sectores altos y medios urbanos, via un ajuste de tarifas de servicios que incluya un auténtico mecanismo de tarifas sociales; o, porqué no, creando un subsidio universal tal como el propuesto por el Frenapo hace miles de años, en la
prehistoria casi diría.
El mentado balance del presupuesto (que no es una opción para el próximo gobierno, sino la más cruda realidad, porque el equilibrio fiscal no es ni de izquierda ni de derecha) no tiene porqué alcanzarse recortando el gasto de capital a las provincias y municipios (obra pública), como se sugiere por
acá, sino aumentando la presión fiscal que en la Argentina no es demasiado alta, más bien diría que es muy baja si descontamos los ingresos por retenciones a las exportaciones. Sino es ahora, tras cinco años de crecimiento al galope y con sólidos resultados fiscales, ¿en qué otro momento habría que encarar una reforma fiscal?
Fuerzas políticasEl Coronel cree que una estrategia en esta dirección aplicada con pragmatismo puede arrojar una reconfiguración del sistema partidario argentino en términos de izquierda-derecha, para felicidad de Torcuato Di Tella que viene pronosticando esto desde hace muchísimo, no tengo idea cuánto tiempo. La rearticulación del peronismo bajo una identidad de centro-izquierda progresista, tal como señala Ostiguy
acá, puede ser una operación arriesgada; pero hacerlo mediante un mix entre un retorno a las bases peronistas distributivas e identidades progresistas más modernas (tales como Derechos Humanos y tolerancia democrática, como ejemplos emblemáticos) parece ser una operación menos riesgosa. Y el resultado puede ser una fuerza política ideológicamente cercana a los renovadores de los '80, sobre la maquinaria política de los menemistas y duhaldistas de los '90, electoralmente hegemónica en el corto y mediano plazo.
Pero para eso se necesita meter los pies en el barro y, entonces, ¿qué mejor que contar con un elenco experimentado tal como el hoy en funciones? La política no vive en el mejor de los mundos posibles, sino en uno entre unos pocos realmente disponibles.